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Tiempos difíciles para el amor

Tiempos difíciles para el amor

Lunes, 5 de diciembre

Hoy he recibido una pista clara y rotunda respecto al paradero de la pequeña Seveline. Esta vez no ha sido el cartero quién me ha traído las nuevas, sino el intercomunicador fluorescente del motor de mi coche. En ocasiones intentar recibir algún tipo de feed-back por parte de los fantasmas que se esconden en La Zona no es tarea fácil. Hoy no ha sucedido así, y ellos han sido quienes se han puesto en contacto conmigo. Aunque mi psicóloga me ha dicho que intente evitar cualquier pensamiento racional, he escuchado con atención lo que tenían que decirme, y tras visitar el puente de nuevo, me he puesto en marcha hacia el camino de las aguas. 

Evidentemente ya era de noche cuando he llegado. Si no fuese así no habría forma alguna de sacar algo en claro en todo este asunto. He comenzado a bajar una pendiente de tierra, tratando de no resbalar y enfocando con mi linterna entre los matorrales. He dejado el intercomunicador en el coche. Es mejor así si pretendo ser discreto, aunque mucho más peligroso. Al final del camino, tal y como apuntaban mis fuentes, hay una cabaña abandonada, con las paredes llenas de musgo seco y los marcos de madera de las ventanas completamente carcomidos por las termitas y el paso de los años. Me escondo detrás de un árbol cercano a la casa, apago la linterna y de cuclillas agudizo el oído e intento prestar atención. El viento trae consigo voces espectrales.

  Dentro de la cabaña hay alguien. Desde el lugar donde me encuentro advierto por la ventana una figura que se mueve a través de la oscuridad. Rodeo el árbol sigilosamente y camino silencioso hacia la parte trasera de la casa. El viento comienza a soplar con mayor fuerza, creando un halo de nubes alrededor de la luna llena. Un escalofrío recorre mi espalda, pero algo me dice que realmente ando detrás de la pista correcta. Palpo el bolsillo de mi americana donde guardo una Colt del 55, la saco despacio y le quito el seguro. Por unos instantes dudo en entrar en esa casa oscura y aparentemente maldita, y pienso en mi mujer. ¿Y si me ocurriera cualquier cosa?... ¿y si no nos volviéramos a ver? 

La puerta no está cerrada con llave, así que entro sigilosamente. Cuando mis ojos se acostumbran a la oscuridad del interior de la estancia, diviso una figura estática en el centro de la habitación. Es la silueta de una niña. Es la pequeña Seveline que me mira fijamente. “Ya no hay nada que temer, pequeña” digo instantáneamente, intentando tranquilizarla. Seveline continua con la mirada clavada en mí y noto una expresión en su rostro que me angustia. Es demasiado tarde cuando me doy cuenta en lo que se ha convertido la niña. Emitiendo un alarido propio de un animal rabioso, se abalanza sobre mi cuello. Noto como mastica mi yugular con su nueva dentadura, mientras clava sus uñas en mis ojos.

  Yo jamás quise llegar a esta situación, pero he tenido que hacerlo. He disparado a Seveline en el corazón, antes de que acabara conmigo arrancándome la cabeza a mordiscos. He vuelto a mi estudio, y mientras escribo estas líneas un sudor frío empapa todo mi cuerpo. La herida tiene una pinta muy fea, y sé que no queda mucho tiempo para que yo también me transforme en algo monstruoso. Escudriño entre mis libros de medicina, pero no encuentro nada significativo que pueda aliviarme en este momento negro, así que rezo. Mi mujer no sabe nada de esto. Ella jamás dejaría que yo muriese así. Anótalo en tu diario.

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kitty -

Echo de menos los besos de azúcar. Mira: www.sanrio.com