Efecto Kuleshov
“Sabía que vendrías” dijo. “Que no tardarías en llamarme, que verías la luz en el cuarto cada vez que pasaras por la calle”. Y encendiendo un cigarrilló me soltó: “Sabía lo de Sabrina, lo de Luciana, lo de Cecilia y también lo de tu novia de Holanda”. “Lo de María, lo de Eva, lo de tu filirteo en las islas, lo de Susana, lo de Vanessa, lo de Lídia, lo de Mercedes, lo de Carol, lo del pardenochessinsalir de un hotel en Marrakech, una vez más con la de Holanda”. “Sabía que te habías follado a Elena, a Mónica, a Esther, a Paula...”.
Me había fijado que la luz de esa casa tapiada se encendía por las noches. No se si alguien acudiría a esas horas en busca de refugio, el caso es que ayer cuando la calle estaba vacía salté la verja oxidada y me adentré en el jardín, atravesando los helechos de lo que antaño debió ser un jardín de césped, ahora convertido en una maraña de hierbajos...
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