Nuestra música
(...)El caso es que ya estaba bailando cuando entramos a verle. Vivía en un piso okupado en la calle Riera Alta. “Tienes que moverte así” , y se agitaba poseido por un tembleque que le recorría el cuerpo entero. “Cuando toques, quiero un ritmo que me permita bailar así” Y volvía a temblar como un enfermo de Parkinson. “Hay muchos reefs que pueden permitirte contornearte de esa manera” le dije. “Ya lo sé, pero no me vale cualquier reef. TÚ YA SABES cuál es el reef que a mi me gusta”. Y el hecho es que tenía razón, yo lo sabía, sabía los grupos que le gustaban, sabía como gestionar sus influencias musicales. Pero incluso así, me parecía una auténtica chorrada crear una melodía únicamente para que él la bailara como una streaper.
En ese momento picaron a la puerta, era Claudia, que llegaba con las sobras de lo que habíamos pillado la noche anterior. “Qué coño haces bailando así”, le dijo mirando con cara de estar a punto de echar la pota . Y tenía razón. Era raro de cojones ver como se movía. Parecía un maricón enfermo de parkinson. “Se acabó, joder” “¿Qué coño te pasa? Deja de hacer el gilipollas, ponte por lo menos los calzoncillos y ven aquí... ¿tienes un billete?” Claudia preparó dos vodka con tónica para los tres. Nos relajamos. Dejé la guitarra a un lado y le dije que se olvidara de salir al escenario bailando de esa manera. Quedaban pocos cigarrillos, así que la reunión acabó rápido. Cada uno se fue por su lado sin una sola frase, sin una sola idea de como podría sonar esa canción nueva (...)