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The Life Pursuit by Jacques Clochard

The Life Pursuit by Jacques Clochard

Este mes nos rige el signo de acuario. Dice el horóscopo que los acuarios se caracterizan por no saber nunca lo que quieren, pero sin embargo la vida les va dando todo lo que necesitan para ser felices. A pesar de ello, los nacidos bajo ese signo continúan diciendo que no están del todo seguros de lo que esperan de esta vida, pero la sonrisa brilla perenne en sus caras. Una mujer o un hombre acuario suelen tener unas atractivas arruguitas alrededor de los ojos, consecuencia  de  haber llevado una vida feliz, de sentimientos desaforados, en la que han dado rienda suelta a todo tipo de pasiones.

Cuando volví a casa ayer por la noche, lo hice decidido a meterme en la cama y dormir doce horas seguidas. Me encontraba exhausto y lo único que me apetecía era tomarme un  valium, fumar un poco de hierba índica que me pasó X y perder el mundo de vista. Finalmente no ingerí nada químico, debido a la dimensión que adquirieron las cosas tras las dos primeras caladas. El teléfono sonó. Era Lulú. “Esta noche es el cumpleaños de una amiga y hace una celebración en su casa. ¿Te apuntas?”. De repente me sentí más animado y contesté que sí. Hacía tiempo que no estaba con Lulú y me apetecía verla, después de su viaje por las Antípodas.

Conocí a Pichi, la anfitriona de la fiesta: una chica que cumplía 30 años, una acuario de pro que además era rockera, fanática de los Bad Religion. Trabajaba como periodista en una televisión local y vivía en un piso amplio de grandes ventanales y una galería con grabados moriscos, típicos del estilo andaluz. Pensé que se trataba de un caso habitual de chica acuario feliz, con arrugas en los contornos de los ojos de tanto sonreír. A veces los astros se alinean en extravagantes conjunciones que nos afectan directamente, que nos alteran en cierto modo y contribuyen a modificar el ritmo de nuestra cotidianeidad. La velada se dinamizó todavía más cuando, tras soplar las velas, comenzamos una severa ronda de whisky y ginebra. En el piso sonaba el nuevo disco de Belle & Sebastian.

Entre los presentes a la fiesta estaba la amante de Pichi, una chica algo mayor que ella, de largos cabellos dorados y ojos azules. Alguien le había regalado un conjunto de ropa interior con encaje, muy sexy. Pichi recogió los regalos esparcidos por el salón, y guiñó el ojo a su amiga, que se llamaba Rebeca. Ambas hicieron mutis por una puerta decorada con gravados moriscos que se doblaba en tres partes. Cuando todo el mundo bailaba y se entretenía contándose las últimas batallitas, perdí de vista a Lulú y me deslicé por el hueco de la puerta haciéndome el despistado, como siguiendo el conejo blanco de Alicia, para en realidad encontrarme con las mieles de Pichi y Rebeca.

Allí estaban ambas, estiradas en la cama, realizando un acto de entrega total en las que sus cuerpos, empapados de sudor, resbalaban al contacto de sus piernas, sus caderas y sus pezones erizados. Creyeron que yo era un Dios del Viento de envolvente olor a jazmín, y me hicieron quitarme la ropa y deslizarme a través de la cama junto a ellas. Ninguno de los tres pretendíamos poner límites a aquella situación tan excitante y placentera. Rebeca me daba de beber de una botella de ron, y a su vez yo transportaba el licor hasta la boca de Pichi, mientras le acariciaba de un modo profundo su mundo interior, con tres dedos de mi mano izquierda.

Por estos derroteros transcurría el cumpleaños de la amiga de Lulú, a la que había dejado completamente abandonada a merced de los avatares de una situación forzosa, que ella no había escogido. Yo me revolvía en la cama con ambas féminas, desenvolviéndome gustosamente en una relación iniciática, que sin duda estaría dispuesto a repetir en cualquier otro momento. Una válvula de escape para la estresante vida de un investigador, que me recolocaba de nuevo en mi mismo, en un olvidado papel de seductor, de amante noctámbulo de clase A.

No voy a narrar el modo en el que acabó la noche, porque es un recuerdo que prefiero guardármelo para mí y no compartir con nadie más. Lulú me acompañó a casa y se ha quedado a dormir. Me pide constantemente que le explique historias al oído, sobre todo que le cuente todo lo referente a mis escarceos sexuales. Desnudos bajo un puñado de mantas, me abrazo a su cuello como si de una nube alcanzada al vuelo se tratase. Me duermo entre flores, explicándole toda la verdad y nada más que la verdad. Siempre me pasa cuando estoy en ese punto entre el sueño y la vigilia, entre la ficción y la realidad.

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