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laescaleradecaracol

Because you're young

Because you're young

 Miércoles 26 de abril

Cuando me pongo a pensar en las vueltas que he dado para llegar hasta aquí, de los lobos que han asaltado mi diligencia durante el camino y del valioso equipaje que he perdido, extraigo conclusiones que se suceden una detrás de la otra de forma luminosa, emitiendo una luz tan clara que despeja el camino de los perros rabiosos que sin duda siguen ahí al acecho. Veo con mayor claridad las malas intenciones que se ocultan detrás de cada investigación y las vías por las que el Mal desplegará sus tentáculos. Para acabar con ello tan sólo necesito tres cosas: una sierra, una pala y un martillo.

 “¿Por qué esas tres herramientas?”, quizás os preguntaréis. El martillo lo tengo reservado para mi encuentro con Luther Blisset. Machacarle la cabeza para mí se está convirtiendo en algo primordial. La sierra me servirá para cortarlo en trocitos y con la ayuda de la pala lo enterraré en una tumba no muy profunda cerca de algún estercolero. Las ratas no tardarán en encontrarlo. Ellas harán el resto del trabajo. Los malos son muy malos pero ya no pueden ser ninguna otra cosa. Pobre Luther Blisset… no me gustaría estar en su piel.  

La mujer de X se quedó algo conmocionada cuando le hablé de la desaparición de su marido. No puedo hacer nada por ella, pero durante nuestra conversación he tenido un presentimiento doble. El primero ha sido que en cuanto finalizase nuestra charla ella se arrancaría en un llanto lamentable y desesperado. Mi segunda presunción ha sido motivada por esta primera pesquisa: ella no va a poder volver a querer de verdad nunca a nadie más que no sea X. Al cabo de tres minutos tras haber colgado el teléfono la he vuelto a llamar. No ha contestado porque evidentemente estaba llorando.

Manos a la obra. Si antes tenía poco tiempo ahora me queda muchísimo menos. Me he puesto ha hacer guardia en el piso de X toda la noche. Aguardando en el interior del armario empotrado de su habitación, a través de la penumbra y con la puerta corredera medio abierta he tenido un ángulo de visión bastante interesante. Me he ubicado en una posición poco visible para cualquiera que entrase por la puerta principal o alguna de las ventanas. Ha sido a las cuatro y media de la madrugada, hora en la que se registran más suicidios en las grandes ciudades, cuando la puerta se ha abierto y dos individuos vestidos de negro  han entrado sigilosamente en el apartamento.  
 

He observado como ambos inspeccionaban los cajones de X de forma rápida, precisa y silenciosa. Buscaban algo que sin duda no pudieron encontrar la noche anterior mientras degollaban a los gatos negros. ¿Qué escondería X en su casa? ¿Por qué no me había comentado que estaba en peligro? Posiblemente ni él mismo pensaba que le pudiera pasar algo así. Ya lo dije en otra ocasión: uno puede tener los ojos vendados y no ver nada.
 
Los dos tipos han estado prácticamente una media hora fisgando entre las cosas de X. He visto como han cogido las carpetas donde se encuentran las fotos de los fantasmas y algunas pistas que tenemos sobre el caso de la pequeña Seveline. Ellos saben que intentamos descubrir al causante de la muerte de la niña, pero me pregunto hasta dónde tendrán conocimiento al respecto de mi relación con Diana. Salgo del piso sin que me vean y les aguardo abajo, en el portal. Mi plan se desarrolla tal y lo esperado. Las personas a las cuales Blisset les ha lavado el cerebro realmente entran en un estado de estupidez inmediata, se vuelven sumisos al servicio de un hombre con la mente de un chimpancé. 
 
Les he seguido en taxi muy de cerca, hasta un portal de la Barceloneta donde sin duda se oculta un foco importante del movimiento Espiritista. Justo cuando me estaba apuntando el número de la calle, del portal y la matricula de la furgoneta de esos tipos, mi teléfono ha sonado. Era la mujer de X: “Jacques me voy a volver loca si no aparece, quiero ayudarte a encontrarlo. Estoy completamente desesperada. Le amo”. No suele ocurrirme a diario, pero en ocasiones no hace falta que compruebe mis hipótesis.

Mientras atravieso mundos de ficción, la realidad continua haciendo el trabajo por sí misma.

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