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Diario de un Vagabundo, miércoles 30 de noviembre de 2005

Diario de un Vagabundo, miércoles 30 de noviembre de 2005

Ayer fue un día de esperas. Estaba en casa, hablando en un Chat lleno de gente que busca sexo. Un intercambio de palabras, una conversación superficial con una mujer sin rostro y  los dos decimos que nos apetece conocernos. Quedamos en una cafetería de la Plaza Bonanova a las ocho de la tarde, justo cuando ella sale del trabajo. En mi cabeza se dibuja el rostro de esa persona desconocida, una estructura mental pequeñita que está a punto de volar por los aires.

Aunque hemos dicho que a las ocho, ella no aparece hasta las ocho y media. La recibo con júbilo, quiero sentirme atraído por una desconocida desde el instante cero. 38 años. Abogada. Morena. Media melena por encima de los hombros. Huele a Chanel. Nos presentamos y comenzamos ha hablar de banalidades, no sé si poniendo rostro o máscara a nuestro diálogo, pero sintiendo que es algo nuestro. Llegamos a un punto importante en nuestra charla. Ella me habla de su antigua relación. Por segunda vez en esa fría tarde de noviembre, he de recrear en mi cabeza el rostro de un desconocido. Yo la escucho, para eso he venido hasta aquí –entre otras cosas-. Nos miramos a los ojos. 

Subimos a su apartamento besándonos en el ascensor. Cuando me quito la chaqueta en el salón de su ático me doy cuenta de que hay fotos de un hombre, colocadas como pequeños altares en los fríos rincones del hogar. “¿Es él?”, pregunto. Un hombre guapo, de mirada sensible, de noches de vino y libros sonríe en esas instantáneas. No me da miedo  decir cualquier cosa. Sé que nos iremos a la cama igual, y el sexo será tan sólo un preámbulo entre ella y yo para empezar a conocernos de verdad.

Tras un orgasmo de valor siete en la escala Richter, nos fumamos un porro de hachís y hablamos algo más. “Es profesor” me explica. “Le abandoné por un hombre algo mayor, en un momento en el que no podía decidir por mí misma nada en mi vida”. Su rostro se entristece porque habla de alguien querido que ya no está, alguien a quien ella asesinó metafóricamente y ahora se ha perdido para siempre. Veo que se siente acorralada por sí misma. Veo que se ha convertido en conversación de café a las ocho de la tarde y sexo ocasional para otros hombres. 

   Nos despedimos en silencio, casi sin decirnos nada. Me guardo su número de teléfono en mi agenda. Bajo a la calle y miro las luces de los comercios, la gente pasa, el semáforo se pone en verde. Mientras me ato la bufanda al cuello tengo un pensamiento sobre mi nueva amiga, mi nueva flor destrozada. Y me acuerdo un día más de cuando yo también perdí mi único verdadero, salvaje y apasionado amor de invernadero.
 

1 comentario

Tarko -

Estimulante inicio. Quizás no leas este comentario aunque espero que sí, por eso lo escribo. Tengo confianza en que no me defraudará. Seguiré leyendo este diario. Hoy 22/11/2006 he empezado a leer. Me mantendré al acecho.