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Breve ensayo sobre la Buena Suerte

Breve ensayo sobre la Buena Suerte

Jueves, 3 de agosto 

TODOS PARA UNO Y UNO PARA TODOS. ¿Quién no se acuerda de esta mítica coletilla en las aventuras de D’Artagnan y los tres Mosqueteros? Alejandro Dumas no podría estar más acertado. ¡Qué rabiosa exaltación de la amistad y del compañerismo! El poder de tres (Pru, Piper, Peig...), las tres Gracias, los tres cerditos, el triángulo de las Bermudas... Sin duda alguna el 3 es uno de los números más poderosos, mágicos y prodigiosos que existen. El lunes por la noche tuve que salir corriendo de mi apartamento tras recibir una llamada anónima a través de mi línea privada, la que utilizo para las investigaciones más confidenciales. Una voz distorsionada me avisaba de que a las tres de la madrugada el asesino de la pequeña Seveline estaría en un karaoke del centro de Barcelona.

  

Dejé a la señora X durmiendo en  el comedor delante de la televisión encendida, y salí a la calle. En mi barrio no pasa ni un alma a estas horas de la madrugada, pero el centro de Barcelona es un hervidero de gente bebiendo alcohol y fumando hachís en cualquier esquina. Para la mayoría era el inicio de unos días de descanso después de estar once meses seguidos trabajando.  Por unos instantes titubeé al pensar en un nuevo encontronazo con Luther Blisset, después de la Pesadilla en el Parque de Atracciones. Jamás me sentiría lo suficientemente preparado como para aguantar de nuevo el apestoso hálito de Blisset, y mis armas aquella noche se reducían a un bolígrafo de metal, un par de tarjetas de crédito y mi Colt del 55 descargada. 

 

Atravesé una plaza con una fuente en el centro. Había pasado por allí en diversas ocasiones pero no me había dado cuenta de que el fondo estaba lleno de monedas, como si desde hace poco se le hubiera adjudicado una serie de propiedades mágicas a aquél surtidor. Observando el reflejo de la luz de las farolas en el agua, me acordé del final de la película Pesadilla en Elm Street 4, y como su protagonista, Alice (Lisa Wilcox), tiraba una moneda a la fuente y de pronto el reflejo de Freddy Krueger aparecía sobre el agua de un modo difuminado.  Lancé una moneda de 50 cent. a la fuente con aquella secuencia en mi cabeza, a la espera de ver el reflejo de algún fantasma en el agua.

 

Pero el fantasma no se manifestó justo en ese momento, sino que estaba esperando a encontrarme preparado con la cámara de fotos para hacerle un buen retrato. Efectivamente, la dirección facilitada a través de la llamada anónima coincidía con  la descripción. En el interior multitud de turistas borrachos se agolpaban alrededor de un pequeño escenario, donde un japonés cantaba Wicked Game de Chris Isaac, versión karaoke. Miré a mi alrededor alertado por lo que solamente yo sabía que estaba a punto de suceder. El reloj de mi teléfono móvil marcaba las 2 y 13 minutos de la madrugada.

 

Tomé un gin-tonic mientras esperaba que sucediese algo, pero reconozco que a medida que avanzaban los minutos mi atención iba centrándose cada vez más en el espectáculo del karaoke, cosa que iba en detrimento de mi capacidad perceptiva hacia algún posible peligro provinente del Más Allá.

Y entonces sucedió.

Alguien chilló justo cuando una chica en el escenario cantaba Material Girl y la gente se apartó formando un corrillo con un tipo sangrando en el centro. Se le veía el mango de un cuchillo  que alguien le había clavado varias veces en el cuello y en la espalda, para acabar abriendo un surtidor rojo en su pecho. Su cara me recordó a uno de los seguidores del Movimiento Espiritista que entraron a registrar el apartamento de X.

 

Un tipo encapuchado salió corriendo del local, Era alguien alto y corpulento, con una sudadera de un equipo de la NBA de color lila. Llevaba la capucha puesta y no pude reconocerle, pero comencé a correr tras él. Me enrolé entonces en una persecución por las estrechas calles del Barrio Gótico de Barcelona, justo por detrás de la Plaza Real. Esa zona puede convertirse en un auténtico laberinto para alguien que no la conozca, pero afortunadamente hice las prácticas para ser detective en el distrito de Ciutat Vella, que conozco al dedillo... pero cerca de la callle Escudellers perdí de vista al asesino.

 

Mi moneda lanzada al agua sigue a día de hoy sumergida en la fuente. Mi deseo, mi anhelo, se halla hundido en agua que proviene de las alcantarillas. Quizás sea demasiado pronto todavía para saber si se van a cumplir mis deseos, o quizás la he cagado lanzando monedas en fuentes situadas en lugares sobre los que pesa alguna maldición. Lo cierto es que no paran de suceder cosas raras a mi alrededor, de llegarme noticias siniestras acerca de apariciones fantasmales y lo mágico pesa más que lo real en el transcurso de la cotidianeidad.

 

Que suene el didgeridoo.

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