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La sonrisa del Vampiro (IV)

La sonrisa del Vampiro (IV)

En relación al manga de Suehiro Maruo, creemos conveniente hablar llegados a este punto del análisis de una de las últimas películas de Takashi Shimizu, director de las dos partes de Ju-On  (La maldición), una de las cintas provinentes de Japón y trasladada con mayor éxito a las pantallas occidentales en dos sendos remakes  (El grito y El grito 2). Nos referimos a la película de terror Marebito, editada en nuestro país bajo el título de Criaturas Extrañas. El protagonista de la historia, Masuoka, interpretado por el director Shinya Tsukamoto, siente una especial fascinación por grabar el efecto del terror en los seres humanos y desciende a un sistema de túneles subterráneos formados durante la Segunda Guerra Mundial y que parten del metro de Tokio, para descubrir a un ser en la forma de una extraña joven desnuda. 

Tras llevársela a casa, la mujer resultará revelarse  como un animal que pronto dará rienda suelta a su ansia de sangre y establecerá  un vínculo de dependencia con Masuoka, del que no tendrá escapatoria. La línea dramática del protagonista se desarrolla de un modo serpenteante a lo largo de la película, dejando una puerta abierta a la interpretación de que la extraña mujer se trata en realidad de su esposa. Nos interesa el film Marebito por esta y por otras razones, especialmente por su puesta al día del mito vampírico como también hicieron en su día otras películas occidentales como The Addiction (1995) de Ferrara o The Hunger de Tony Scott (1983). 

La influencia de los desastres derivados de la guerra y el holocausto nuclear de Hiroshima y Nagasaki pasó a representarse en el cine de terror japonés en un principio con el surgimiento de gigantescos monstruos resultado de las radiaciones atómicas, y más tarde, una vez pasado el periodo de posguerra y con un importante descenso de la influyente censura norteamericana,  se exploraron las temáticas en sintonía con el mundo fantástico provinente del folclore japonés. El impacto de las bombas atómicas estadounidenses que arrasaron Hiroshima y Nagasaki entre el 6 y el 9 de agosto de 1945 influyó decisivamente en el camino que tomarían las artes no sólo en Japón sino también en el mundo occidental. En pocos segundos, ambas ciudades quedaron devastadas. Se calcula que en estos primeros instantes, en Hiroshima, la bomba mató a más de 120.000 personas de una población de 450.000 habitantes, causando otros 70.000 heridos y destruyendo la ciudad casi en su totalidad. En Nagasaki, el número de víctimas causadas directamente por la explosión se estima en 50.000 mortales y 30.000 heridos de una población de 195.000 habitantes. A estas víctimas hay que sumar las causadas por los efectos de la radiación nuclear. 

Tomando el ejemplo de Japón en este análisis textual, se abren diferentes vías de estudio que repercuten en la cultura popular de los últimos años. Todas estas cuestiones apuntan al planteamiento de en qué modo ese punto de inflexión, el del lanzamiento de las bombas atómicas, ha influido y mediante qué mecanismos continua presente en las manifestaciones artísticas y culturales de nuestro siglo. En este sentido, se abre otro diálogo que nos afecta más directamente y en el que nos encontramos completamente sumergidos en estos momentos: la influencia de los atentados acaecidos en Nueva York el 11 de septiembre del 2001 en el cine fantástico postmoderno. 


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