La sonrisa del Vampiro (V)
Citábamos antes a Takashi Miike como uno de los realizadores en los que mejor se concretaban todas estas coordenadas, pero no es el único. La mayoría de las producciones japonesas que citábamos han tenido un éxito modesto recientemente, y los directores que logran una repercusión internacional se pueden contar con una mano. Para encontrarlos es necesario prestar atención a los festivales y muestras de cine especializado.
El Festival Internacional de cine de Berlín cuenta con numerosas producciones procedentes del país nipón entre su programación, incluso han llegado a alcanzar el Palmarés en ediciones recientes del certamen Village of Dreams de Yoichi Higashi y Spirited Away del maestro Hayao Miyazaki, algo inusual en un festival europeo. Fue en la pasada muestra del certamen donde se presentó el trabajo más reciente del realizador Sion Sono, conocido por su incursión en el género con la cinta Suicide Club (Jisatsu Circle, 2002), y que contó con el beneplácito de público y crítica en el Fant-Asia Film Festival de 2003. Sion Sono ya dejaba entrever algunas de las constantes en este filme con las que volvería a Strange Circus, sin duda su mayor logro hasta la fecha y presentado en la Berlinale de 2006.
En la línea genérica del jitsurokusen eiga, el film Strange Circus contiene numerosos puntos de conexión estética y simbólica con la obra de Suehiro Maruo, principalmente en la representación de la violencia de un modo poético, mediada por un sexo patológico y decadente. La niña protagonista de Strange Circus, al igual que Runa Miyakawi, está traumatizada debido al sometimiento sexual que le inflige su propio padre, obligándola a observar como viola a su madre en un inicio, para hacerle lo mismo a ella después. Las heroínas de ambas historias tan solo podrán dar fin a las vejaciones de una forma sanguinaria y salvaje. Pero más allá de eso, lo que realmente trasciende en estas dos obras es el uso de la violencia física y sexual como lienzo artístico para dar fe de las pulsiones irracionales que mueven al ser humano. Vemos en una película como Strange Circus las mismas constantes que se advierten en el trabajo de Maruo, la atracción por todo aquello que nuestra razón y moral más condena, ese lado primitivo e irracional que, merced a los mecanismos sociales y culturales, intentamos olvidar ocultándolos a los demás y a nosotros mismos.
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