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La sonrisa del Vampiro (III)

La sonrisa del Vampiro (III)

En seguida damos paso a uno de los escenarios principales de la historia: el Instituto Yaku. La joven Miyawaki descubre con estupor detrás de la máquina de bebidas a Konosuke que se esconde del resto de compañeros, sentado en un rincón en penumbra. Su aspecto es francamente terrible, su cara se asemeja a la de un leproso y Miyakawi corre horrorizada por la visión. Sus amigas la están esperando, mientras comentan si ir o no al distrito de Shinjuku a vender sus bragas, pero finalmente la joven quedará con otra amiga para el día siguiente hacer de voluntarias. Tal voluntariado consiste en ir a cuidar de un viejo, que en realidad espera ansioso la hora del baño para obtener beneficios sexuales de las niñas. Miyakawi huye horrorizada y creyendo que todos a su alrededor son vampiros, en una metáfora sobre las pulsiones irrefrenables que alientan al ser humano semejantes al ansia de sangre del vampiro. 

El cineasta Takashi Miike utiliza en sus películas el sexo cicatrizante de un modo similar al del artista manga, destinado casi exclusivamente a un modo de dominación, de expresión de la crueldad. No nos sorprende pues que los relatos del manga de Maruo Lunatic Lovers fueran concebidos en un principio y publicados en una revista de sadomasoquismo. El contenido de estas historias era tan hiriente y bizarro que Maruo fue despedido antes de acabar su última entrega. Sexo y violencia, eros y tanathos, los pilares de la narrativa clásica llevados al límite.  

Hablar del mito vampírico conlleva tener en cuenta el carácter dual de su simbología. El tema del vampirismo se haya también en la estructura temática del doble dentro del género fantástico, y de hecho, son pocos los reductos del fantastique que no encierren alguna dualidad. El tema del doble que se escapa y se vuelve contra su propietario es un tema clásico en la literatura fantástica. Está en la base de una de las obras de Edgar Alan Poe, William Wilson, y en la de otros escritores románticos como Oscar Wilde y E.T.A. Hoffmann. El vampiro es el doble del ser cuyo cadáver habita (de ahí que no pueda tener ni sombra ni reflejo), que ha de volver a la tumba en el momento en el que sale el sol.

Con la reconversión de Konosuke definitivamente al mundo de las tinieblas, una serie de cambios comienzan a operar en él. No soporta la luz matinal y acudirá a la escuela ataviado con una sabana blanca que le cubre la totalidad de la cabeza, asemejándose a John Merryck El hombre elefante. Incluso uno de los compañeros del instituto lo comenta en voz alta. La siniestra Jorobada, su mentora en la noche, le recomienda que deje de ir al instituto y se centre exclusivamente en su nueva condición de chupasangre. A lo largo de la obra de Maruo, la fascinación por la condición inmortal del vampiro ejerce un embeleso creciente debido a la mezcla de la atracción por el mundo nocturno, por los escenarios góticos, por el sabor de la eterna juventud, representado con bellísimas metáforas como por ejemplo la de asemejar la sensación de beber sangre a una explosión de flores de luz abriéndose en la cabeza. El vampiro no es tan solo un muerto que sale de su tumba, es un ser diferente al resto de los mortales, un ser que ha sufrido una metamorfosis que no implica la muerte física. Ante todo, pues, el vampiro es un doble: como puede deducirse del misterioso proceso de la metamorfosis, esta es en realidad una paulatina destrucción de la personalidad en la que finalmente acaba erigiéndose el doble anormal, el vampírico. Del mismo modo, otro de los influjos en esta estructura dual es la génesis del amor vampírico, que Drácula proyectaba sobre Mina Harker  debido a su parecido con la amada muerta. 




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