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Viva Las Vegas Hospital

Viva Las Vegas Hospital

 

Lunes, 3 de abril

 Sabía que en cualquier momento podría ocurrir, pero no me esperaba que la entrada de la primavera iba a ser así de violenta. Hace una semana, conduciendo en dirección al puente tuve un estrepitoso accidente de tráfico. Me  he pasado los últimos cinco días ingresado en el Hospital, curándome de una herida en el brazo y varios hematomas en la cabeza que me han mantenido al margen de la escritura de mi diario, y de la investigación en general. Le he preguntado al doctor si, aprovechando la contusión en la cabeza, era posible aplicarme un poco de cirugía en el rostro para conseguir unos contornos más atractivos. Me ha contestado que no.  

X ha venido a verme al hospital casi cada día, me ha hecho mucha compañía y me ha ido relatando las averiguaciones que ha ido haciendo él por su cuenta. Efectivamente Luther Blisset ha puesto en marcha de nuevo toda una red de adoradores del Movimiento Espiritista en Barcelona. X considera que mi accidente no ha sido un episodio fortuito, sino que alguna fuerza maligna ha operado desde el mundo de las sombras para intentar sacarme del medio. ¿Será verdad?

Ha sido muy curioso el reencuentro que he tenido en el hospital con Esther, una antigua compañera de la Facultad de Criminología por la cual yo suspiraba, aunque nuestra relación no trascendió mucho más del típico colegueo cordial. Tras la graduación yo le había perdido la pista, y resulta que se había metido a enfermera de traumatología en el mismo Hospital donde había ido yo a parar. He tenido una oportunidad de oro para declararme a una de las enfermeras más guapas de toda Barcelona, y seguramente la chica más caliente de todo el personal sanitario de Cataluña.  

“¿Sabías que cuando íbamos a clase de anatomía teníamos un ranking?” Me dijo Esther durante una de estas soleadas tardes primaverales. “¿Un ranking?” Pregunté yo. “¿Qué clase de ranking?”. “Pues un ranking con los cinco chicos más guapos de la clase... Bueno, no solo con los que eran guapos, sino también con los que creíamos que serían mejores amantes en la cama”. Esther me soltó todo eso en la habitación del hospital, iluminada por el sol que penetraba por la ventana y hacían relucir las sábanas blancas que me tapaban hasta la cintura. Sólo pude contestar “¿Y en qué posición estaba yo?”

Estos días han sido muy agradables con la compañía de Esther, con las charlas de X, con la lectura de varios libros de filosofía que me realzan el espíritu cuando me siento cabizbajo. Mi paso por el hospital ha sido incluso tonificante, mejor que un balneario me atrevería a decir. No me importa en absoluto haber destrozado el coche en el accidente, es la ventaja de tener un buen seguro. No ha hecho falta que Esther me revelase en qué posición del ranking me hallaba durante la clase de anatomía. Le he dejado bien claro que me merecía ese puesto.

6 comentarios

Jacques Clochard -

Eres un poco pesada y tus comentarios no enriquecen el weblog.

Te pediría imaginación en lugar de conceptos que no significan ya nada, porfavor,

gracias.

J.

el conejo blanco -

tengo más de ti, de lo que tú crees. Y tú tienes más de mí, de lo que tú qerrías.

Jacques Clochard -

Sí, es mejor que no se los des a nadie... porque entonces ya no te quedaría nada de mí.

J.

el conejo balnco -

tengo muchos recuerdos tuyos, q no se los daré a nadie...Jaques

Jacques Clochard -

J\'ai plus de souvenirs que si j\'avais mille ans.

(Tengo aún más recuerdos que en mil años de vida)

J.

el conejo blanco -

Uno puede tener los ojos vendados y no darse cuenta de nada y no ver nada. Uno puede tener la boca tapada y no decir nada. Uno puede llevar tapones en los oídos y no escuchar nada, no escuchar a nadie, no oír a nadie, no pensar en nadie e ignorar todo...a todos.