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Proyecto beso

Proyecto beso

Miércoles, 4 de enero

  He de precipitarme a escribir lo que me ha ocurrido, porque no quiero que se me olvide ningún detalle cuando me levante por la mañana, o que mi alteración mental me haga creer que todo ha sido un sueño. Lo que ahora relataré ha sido una experiencia muy real y lo que he presenciado esta noche ha sido uno de los acontecimientos más extraños y alucinantes a los que me he enfrentado en toda mi carrera de investigador.  

Una de las bases sobre las que se construye toda buena investigación es la paciencia. Me he pasado toda la tarde de incógnito esperando en mi coche, en la puerta del bloque de pisos donde vive Diana. Tengo una copia de las llaves de su apartamento, pero sabía que ella estaba en casa y lo que yo buscaba no está oculto entre las paredes de su estudio. Todavía guardo alguna pequeña muestra de la hierba índica que me traje de Ámsterdam y  ha servido para amenizar mi espera.

  Sobre la una menos cuarto de la madrugada un BMW gris se ha parado en la puerta de su casa. Con los prismáticos he visto que la persona que lo conducía era una chica joven, posiblemente no llegara a los treinta. Pelo rubio y largo, ojos azules. De nuevo tenía delante otro canon de belleza caucásica. Diana ha aparecido y se ha montado en el coche. Ambas se han saludado empáticamente, como si fueran viejas amigas. Las he seguido hasta las inmediaciones de la ciudad. Algo en mi interior me decía que se dirigían de nuevo al lugar donde encontraron la última pista de la niña desaparecida.  

Han parado el coche en un lado de la carretera que conduce al puente. Yo me he quedado atrás, a una distancia prudencial desde donde podía observar sin ser visto. Una farola cercana iluminaba tenuemente la escena en el interior del BMW. Diana y la chica desconocida  han empezado ha hablar. La joven ha sacado de su bolso un sobre y lo ha abierto, enseñándole el interior  a Diana. Esto ha causado una reacción insospechada en ella, se ha quedado seria y sin habla. De pronto, ambas se han mirado fijamente y han comenzado a besarse en la boca apasionadamente. Diana ha hecho un ademán de apartarse, pero la joven ha insistido y finalmente ninguna de las dos parecía con ganas de poner resistencia a unos besos largos, profundos. Parecían bastante cómodas pegándose el lote. He bajado del coche y me he acercado al de ellas sigilosamente, con mi cámara de fotos.

  Estaba tan estupefacto fotografiando aquellos dos cuerpos contorsionándose en el interior del coche, que no me di cuenta de la estratagema. Diana introdujo la mano en el bolsillo de su chaqueta larga y sacó un arma. El disparo en el estómago a la belleza del norte arrojó un reguero de sangre encima del cristal y el volante. Me agaché detrás del BMW tanto como pude para no ser descubierto. Diana salió del coche como una exhalación dejando la puerta abierta, y corrió como perseguida por una horda de demonios, internándose en el oscuro bosque. 

He perseguido a Diana a través de la noche, pero no he logrado seguirle los pasos. De repente ha sido como si desapareciese en medio de la oscuridad. De vuelta al BMW abandonado en el arcén con el cadáver de una rubia en el asiento del piloto, me he dado cuenta de que el sobre había desaparecido. He intentado hurgar en los bolsillos  de la joven, en busca de algún dato útil, pero todo estaba cubierto de sangre y no me conviene dejar ningún rastro de mi presencia en la escena del crimen. He de ver al forense mañana por la mañana.

Una vida se ha ido delante de mis narices en el transcurso de esta noche. Diana se encuentra completamente absente. Este caso empieza a estar demasiado manchado de sangre.

2 comentarios

Jacques Clochard -

Apreciado conejo blanco, me alegra saber que encuentras consuelo entre las páginas de mi diario. Sin embargo, permíteme que te diga que jamás tuve ningún pudor en hacerme conocer por nadie, siempre suelo mostrarme de frente y me gusta compartir mi mundo con los demás. Así pues tus palabras me suenan un tanto lejanas. ¿No te habrás confundido de mago?
J.

el conejo blanco -

Al margen de la rutinaria mobosidad que os supone contemplar a dos mujeres acariar, besar, morder, succionar...sus labios, hago referencia a una de tus preguntas y te diré que estoy más cerca de lo que osas pensar. Pero de momento me refugiaré en tu diario para escapar, como bien sabes de esa madriguera en la que no me dejan transformarme en ese animal mágico que los dos sabemos y asi poder continuar descubirendote, tal y como una vez me permitiste sin pudor...¿me dejarás entrar en tu burbuja de cristal, Jaques?
Un beso de tu fiel conejo blanco.