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Mi casa es un nido de Serpientes

Mi casa es un nido de Serpientes

Alguien se ha caído rodando por las escaleras de mi casa esta mañana. Me he despertado justo cuando los golpes se introducían en mis sueños, plácidos, hermosos. Sueños influenciados por la luna llena. Me he asomado a la barandilla y efectivamente, en el rellano se encontraba un cuerpo contorsionado, con las piernas dobladas en forma de L y con un charco de sangre alrededor de la cabeza. No me puedo explicar que estaría haciendo este tipo, pero aparentemente ninguno de mis vecinos se ha percatado del accidente, todos han continuado durmiendo, seguramente disfrutando también de sueños primaverales.

Acogiéndome a  mi estilo detectivesco habitual,  en lugar de llamar a la pasma, he subido el cuerpo a mi casa, ya cadáver debido a la malograda caída. Los hombres se caen y se levantan, es una metáfora de la condición humana, hasta que se caen por las escaleras de mi casa, se parten las dos piernas y se abren la cabeza. A partir de ahí ya no hay quien se incorpore. Si yo fuera Luther Blisset me pondría las botas con un cadáver en mi nevera, pero he preferido optar por realizar una autopsia casera al estilo Jacques Clochard.

Miro en los bolsillos del muerto. Lleva algo de dinero, tarjetas sin valor alguno y un extraño medallón de plata con un grabado que no había visto nunca antes. Acudo raudo a consultar mi biblioteca, sé que dentro de la sección “RITOS” daré respuesta a mi fatídica intuición. Piensa mal y acertarás es una de las máximas de la filosofía del detective y os aseguro que falla muy pocas veces.

Por lo visto uno de los secuaces de Blisset ha venido de visita esta noche,  no sé muy bien con qué intención. Desde luego hay algo  que se fragua en el lado de las sombras, en la vertiente más oscura del infierno. X me comentó que sería imposible que pasáramos desapercibidos por un caso de este tipo, que los temas en los que se mezclan vivos y muertos nunca suelen terminar bien. Miro mi cara reflejada en el espejo del salón. En el suelo está el cuerpo sangrante del pardillo de las escaleras y me da por reír.

En medio de lo que podría describirse como una escena dantesca para algún hipotético vecino que se pasara a pedirme un poco de sal en esos momentos, me acuerdo de dos películas de Stanley Kubrick que muy bien podrían tratarse de radiografías de lo que me está pasando en estos momentos. Esos films son La Naranja Mecánica y El Resplandor. Seguro que Diana lo vería todo bajo el filtro de Lady Snowblood.  Me deshago del cuerpo siguiendo  los pasos de mi manual del buen psicópata, y preparo de nuevo otra trampa en las escaleras de mi casa. No me cabe la menor duda de que volverán esta noche, pero no me preocupa. En el mundo de la investigación saben todos que estoy a salvo de vampiros y falsificadores.

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