Blogia
laescaleradecaracol

Diario íntimo de Jacques Clochard

Barcelona, ciudad fantasmal (Primera parte)

Barcelona, ciudad fantasmal (Primera parte)

El calentamiento global del planeta va incrementando año tras año. Uno de los factores que hacen que la temperatura de la tierra vaya subiendo un par de grados cada 365 días son los aparatos de aire acondicionado. Tras cada instalación de aire frío se encuentra un aparato infernal que desprende calor para poder refrigerar el interior de los centros comerciales, las cajas de ahorro, las oficinas y el piso del vecino. Sin duda mis vecinos de la escalera destruyen el planeta y perforan cada día un poquito más la capa de ozono, ya que todos se han instalado aire acondicionado en casa este verano. Le hemos puesto una pistola en el culo al planeta Tierra y ninguno de nosotros va a parar hasta que haga “boom”.

 

Me muevo arriba y abajo por la ciudad bajo el sol abrasador sin parar de investigar como una hormiga nerviosa. Desde la Meridiana hasta Pedralbes voy desplegando mi radio de acción junto a la Señora X, que en ocasiones viene a buscarme a mi apartamento en su moto Vespa. Me encanta ir en moto cuando hace tanto calor. Es uno de los pocos placeres veraniegos de los que hago gala este año, acostumbrado a bañarme en el mar a diario e incluso a marcharme de vacaciones a alguna isla exótica los veranos anteriores antes de involucrarme en este caso. Me he prometido a mí mismo que en cuanto me lo permita el trabajo voy a marcharme a Ibiza y quizás no vuelva más.

 

En la montaña de Montjuich había un parque de atracciones que cerraron hace unos ocho años debido a una quiebra de la empresa que lo gestionaba y se encargaba de mantener la puesta a punto de las atracciones. Hoy en día el parque sigue intacto, aunque está abandonado y han crecido hierbajos en el tio-vivo, en los autos de choque  y en la montaña rusa. El sábado por la noche la señora X llegó a casa con un video del parque desmantelado, en el que se apreciaba una luz que se encendía y se apagaba en una de las ventanas de un caserón antiguo del parque que era utilizado para recrear una atracción llamada “El Pasadizo del Terror”.

 

Analizando los intervalos en los cuales se sucedían las ráfagas luminosas, en seguida me di cuenta de que se trataba de una llamada de auxilio en código Morse: S...O...S.. Cogimos la moto y nos acercamos a las tres de la madrugada al abandonado parque de atracciones de Montjuich, con los instrumentos de X para fotografiar fantasmas. Saltamos la valla sin ser vistos, en uno de los lados del Parque donde han crecido las malas hierbas hasta alcanzar una altura tan considerable.  Nadie diría que tras ellas se oculta uno de los principales accesos al recinto abandonado.

 

El sábado por la noche la luna estaba prácticamente en cuarto menguante y soplaba una brisa fresca provinente del mar, justo al lado de esa zona de la ladera donde nos hallábamos. Tanto la montaña del Tibidabo como la Montaña de Montjuich son dos lugares mágicos  repletos de fantasmas y  casas encantadas. La ciudad de Barcelona se encuentra custodiada entre  estas dos montañas que hacen de vigías estelares de los viajeros del Más Allá, que se detienen en la Ciudad Condal para atormentar a sus ciudadanos, para asustarles o prevenirles de que algo horrible está a punto de suceder.

 

La luz comenzó a destellar desde el interior del caserón, pero en esta ocasión desde una ventana diferente a la de la grabación de la Señora X.

                                              S... O... S...      S...O.....S.....

Cuando entramos notamos en seguida que en el interior de la casa los grados descendían respecto al exterior. Teníamos la sensación de que alguien había puesto el aire acondicionado a tope, pero no eso no era posible ya que no había electricidad en todo el parque ni instalaciones de aire acondicionado en el interior de las atracciones. Aquel lugar estaba infestado de fantasmas.

You thrill me deep through your entretela

You thrill me deep through your entretela

El despertador vuelve a sonar a las ocho de la mañana todos los días. La mujer de X, a la que a partir de ahora llamaremos señora X, sigue durmiendo placidamente a mi lado. No puedo cerrar las ventanas de mi cuarto, de lo contrario se convertiría en un lugar asfixiante. La estación primaveral se va desvaneciendo y se filtran los efluvios estivales. El verano pasado se estropeó el aire acondicionado de mi apartamento y todavía no lo he arreglado. Como continúe así, este verano vamos a pasar más calor que en el infierno.

 

Las clases están a punto de finalizar y X continua sin aparecer. Han buscado un substituto para él en la Facultad de Filosofía y no sé qué tipo de explicación le habrán dado a sus alumnos. “Se ha marchado de viaje” o “Se ha quedado atrapado en el interior de una letrina y no puede salir”. En una ocasión investigué el caso de un tipo que se quedó atrapado en una apestosa letrina y murió asfixiado. Una versión menos sofisticada de la cámara de gas de los nazis. Sin ningún tipo de prejuicio sabéis tan bien como yo que a todos nos gustaría meter a alguien dentro.

 

La señora X no me ha explicado demasiadas cosas, pero mi naturaleza de detective me hace observar en ella nuevos aspectos de su personalidad desconocidos hasta ahora. Comienzo a vislumbrar pequeñas puntas de lo que podrían ser  descomunales icebergs, su mirada me penetra como ninguna otra lo había hecho hasta entonces, pero eso no me retiene para seguir conociéndola. Indagar el interior de una mujer es adentrarse en un terreno fascinante y pantanoso y húmedo.

 

Una sobredosis de cine de Yakuzas en los últimos dos días me ayudan ha reestructurar la investigación y a aportar ideas frescas que aplicar en la lucha contra el diabólico Luther Blisset, líder del Movimiento Espiritista y principal sospechoso de la muerte de Seveline. Diana ya se ha transformado en un fantasma por completo. No pudimos salvarla y ahí está, con sus pelos de moribunda y su cara de esquizofrenia congelada para siempre. Atrapada en una letrina apestosa del Más Allá.

 

Los episodios de la serie Samurai Champloo se han alternado en los dos últimos días con La casa de las dagas voladoras (ya la he visto como ocho veces pero la retina de la Señora X era virgen). Adoro la serie de Sinichiro Watanabe, no me había entusiasmado tanto ninguna otra serie de animación japonesa como esta. Las filigranas de la iconografía Samurai, las catanas, los trajes, los paisajes del Japón Feudal me maravillan. Me encantaría cambiar mi Colt del 55 por una espada forjada por un gran maestro. Desearía olvidar toda la mierda que aprendí en la universidad de criminología y entrenarme en el Dojo.

 

No podemos cambiar quiénes somos aunque nos esforcemos por aparentar ser otra persona. Yo no soy ningún samurai. Jamás me enseñaron artes marciales. La aventura de ser uno mismo es un riesgo demasiado comprometido que no todo el mundo es capaz de asumir. 

Investigar acompañado

Investigar acompañado

Lunes, 12 de junio

 

El Chef Asesino me ha retenido algún tiempo en el sótano. La mujer de X sabía de mi paradero, porque le dejé una nota escrita en clave en uno de los postits del despacho de su marido. No ha tenido más remedio que matar al Chef, que darle de su propia medicina. El muy cabrón tenía trozos de carne humana en improvisadas bandejas de cartón, repletas de polvo y pelusa pegada. Realmente asqueroso.

 

Los días que he estado en cautiverio no han sido una pérdida de tiempo, sino al contrario. No sabían hasta que punto podía hacer yo un buen uso de las drogas que me iban suministrando. El fantasma de Diana me persigue, pero es mucho más llevadero cuando comprendes que es alguien que está muerto. Es como un pequeño “clic”. Los muertos no pueden interferir en la vida cotidiana. No pueden porque están debajo de un puñado de tierra.

 

Recuerdo como dejé de tenerle respeto a la mujer de X, que a día de hoy me ha salvado la vida ya dos veces y continua haciéndolo sin que ella lo sepa realmente. En el bar de aquél hotel, junto con su amiga recién llegada de Polonia y con un panorama no demasiado alentador, ella se reía a mi lado y lloraba en el cuarto de baño. Yo no le pregunté nada, pero me ofrecí para llevarla a casa. Sin duda aquella noche no había escogido los zapatos adecuados. Los pies le sangraban.

 

Cuando pasan los días pienso en todos y cada uno de los acontecimientos que van sucediéndose y voy dejando pequeñas notas por los rincones de mi apartamento, para después ir configurando mi diario y que éste acabe siendo algo productivo, que me de objetividad delante de los hechos para arrojar soluciones a mi investigación. A la hora de la verdad, a la hora de plasmar todo eso en el papel no me queda nada más que sensaciones y restos de emociones vividas. Lo ocurrido acaba teniendo poca trascendencia, lo que importa es la emoción que eso te deja.

 

Al subir por la cuerda que me ha tendido la mujer de X a través del agujero, a pesar de tener las manos cortadas, sangrantes y doloridas, he logrado entrar en un estado de abstracción y me he permitido la licencia de tener algunos pensamientos que no me concedería bajo ningún concepto en otra situación. He pensado en cómo sería de agradable agarrarle los pechos a la mujer de X, acariciarlos, lamer ambos pezones. No he podido evitar pensar en lo delicioso que sería reptar por sus muslos, abrirle las piernas en forma de V y arrodillarme delante de ellas.  Lamer sus pies heridos.

 

Llevamos una semana teniendo sexo salvaje cada noche. No sé si es importante para alguno de los dos, no sé cuán significativo es esto ni para ella ni para mí. Lo único que comprendo es que mi vida tiene más sentido de este modo y que los acontecimientos del pasado van perdiendo importancia si uno pierde también el sentimiento que le hacía unirse a ellos.

 

He lanzado un ancla en el océano del tiempo

y en este instante es donde me quedo. 

El arte y la vida. Subidas y bajadas de un detective (2ª Parte)

El arte y la vida. Subidas y bajadas de un detective (2ª Parte)

Jueves 4 de mayo

 

Dice Andrei Tarkovski: “Me interesa aquella persona que ve el sentido de su vida en la lucha contra el mal y que, de ese modo, a lo largo de su vida alcanza en su interior un nivel un poquito más alto. La única alternativa al perfeccionamiento interior es la degradación interior, un camino al que parecen invitarnos nuestra vida cotidiana y el proceso de adaptación a esa vida”.

 

Desde la barandilla Diana y yo nos miramos como si estuviéramos a punto de batirnos en un duelo y me acuerdo de la película Stalker que dirigió el genial cineasta ruso. Comprendo que sólo es posible extraer cosas buenas de la vida sintiéndose incómodo mientras se transita a través de ella. Se trata de la más grande de las paradojas. Un misterio que ya no me dará tiempo a resolver, por lo menos en esta vida.

 

“¿Cómo has logrado volver a este mundo?” le pregunto desde el final de las escaleras. “Continúo en un plano diferente, Jacques. He logrado cruzar el umbral por unos momentos”. Extenuado busco rápidamente en el bolsillo interior de mi chaqueta negra. Me tiemblan las manos, pero saco mi cámara fotográfica y empiezo a tomar instantáneas de la aparición.  Me fijo en ella, y realmente se trata de un fantasma. “Debo avisarte de algo” me dice. “Tienes que volver al puente. Seveline se dejó algo de crucial importancia para el caso no muy cerca de allí” Noto que la llave que le quité al tipo moribundo del pasillo a aumentado de peso en el interior del bolsillo de mi pantalón.

 

“Ahora he de comulgar mi alma si no quiero sufrir más tormentos cuando vuelva con ellos de nuevo”, prosigue Diana con la mirada perdida en un punto infinito, tan fija en mis ojos como parecía que estaba hacía tan solo algunos momentos. Únicamente el  pensar en el mundo de los fantasmas la convierten automáticamente en uno de ellos. Y pide ayuda de forma lastimosa sin saber que nadie espera su regreso, que ella ya murió de la peor forma posible: sin dejar al menos la lápida para tener constancia entre los vivos de su vida, que un día se evaporó.  

 

Viéndola ahí delante tan blanca, tan espectral, hace que yo me sienta como si estuviera ante una falsa representación de lo que un día ella fue. Intento estrecharla entre mis brazos, pero es inútil. Ella es un espectro translúcido e incorpóreo al que no se le puede palpar. Sus pies comienzan a arder desprendiendo una llamarada azul, y su figura en un tiempo angelical se disuelve con ese fuego que sin duda purifica su alma, antes de volver de nuevo al mundo de las sombras.

 

Salgo sudando del caserón de Luther Blisset, jurándome a mí mismo que no volveré a pisarlo nunca más. Si alguien leyera alguna vez mi diario íntimo, me gustaría que llegara a animarse por la reflexión sobre lo específicamente humano y sobre lo eterno que vive dentro de cada uno de nosotros. Pero como ya  apuntaba Andrei Tarkovski, el hombre ignora una y otra vez lo humano y lo eterno, aunque tenga su destino en sus propias manos.

Espero que la capacidad de amar me absuelva de todos mis pecados y me libre de arder en el fuego donde todavía humea la carne declarada de Diana. Ya lo dije hace algún tiempo: este caso huele a chamusquina.

El arte y la vida. Subidas y bajadas de un detective (1ª Parte)

El arte y la vida. Subidas y bajadas de un detective (1ª Parte)

Martes, 2 de mayo 

El gran maestro Andrei Tarkovski dejó escrito en sus memorias importantes reflexiones acerca del arte, y propuso nuevas e innovadoras vías para desarrollar la narración cinematográfica y el modo de estructurar las escenas dentro de una película. Me acuerdo de Tarkovski mientras continúo tras la pista del pobre X, secuestrado por los esbirros de Luther Blisset durante una fatídica noche de finales de abril mientras en mi cabeza se sucedían imágenes de un sueño, que bien podría haberle servido de material sensible al gran maestro ruso para alguno de sus filmes.

“La llamada tarea creadora se convierte en una rara actividad de excéntricos, que buscan tan sólo la justificación del valor singular de su egocéntrica actividad”, dice Tarkovski. Aquí reside uno de los pequeños males de nuestro tiempo, y que en cierto modo se está convirtiendo en un estigma para los que disfrutamos del arte con mayúsculas, a pesar de que ello implique que tengamos que mirar al abismo cada vez y aguantar al mismo tiempo como éste nos devuelve su mirada devoradora desde las oscuras profundidades. 

Ciertas formas de individualismo, como el que profusa Blisset cuando realiza sus locos rituales, envenenan círculos en los que transitan  buenas ideas y que a su vez son un terreno fértil para el desarrollo de los sentidos. Mi gusto estético irremediablemente se haya dañado, y me pregunto si no será de mal gusto continuar persiguiendo a tamaña sabandija. La mujer de X está todavía muy alterada, pero la comprendo en cierto modo y me alegraría que su marido apareciese sano y salvo. Yo seguramente no podré continuar interpretando correctamente los indicios que van surgiendo en este maldito caso sin su ayuda.

Volví solo a la antigua casa de Blisset, el caserón abandonado de la carretera de Castelldefels que seguía todavía en pie, a pesar de estar tan podrido que está a punto de venirse abajo por sí solo. Estaba anocheciendo cuando llegué, así que encendí la linterna y me colé por una ventana rota. El interior olía a polvo y humedad, apestaba a rancio. Intenté bajar de nuevo al sótano donde tuve el encuentro con el gato días antes, pero la puerta estaba cerrada. Recorrí el pasillo del segundo piso. Algunas puertas de las habitaciones estaban entreabiertas y dejaban pasar la luz de la luna llena que iba iluminando mis pasos por encima de la crujiente madera.  

Apagué la linterna y continué avanzando. Al fondo del pasillo deslumbré una figura humana, de alguien que estaba sentado contra la pared en una de las esquinas del corredor. A medida que mis ojos se fueron acostumbrando a la luz vi perfectamente que se trataba de un hombre corpulento, que parecía dormido. Veía como su pecho se contorsionaba lentamente al ritmo de su respiración. Sus ojos estaban cerrados.

Tener ciertos conocimientos en medicina y anatomía me ayudan a darme cuenta de cosas como esa. A aquél tipo lo habían drogado fuertemente y lo habían dejado ahí horas antes. Seguramente aquél pobre diablo no sabría ni como había podido llegar hasta allí cuando despertara. A menudo yo también me pregunto cómo demonios he llegado yo mismo al punto en el que me encuentro, y no logro atar los cabos que me resuelvan esta situación.  

Inspeccioné los bolsillos de aquél tipo, registré su cartera. Me percaté de un pequeño bulto que sobresalía de su camisa y descubrí que llevaba una cadena en el cuello de la cual pendía una llave alargada. Arranqué el colgante y me lo guardé en el bolsillo interior de mi chaqueta. Decidí que había hecho un gran descubrimiento y que ya era hora de largarse antes de que aquél desconocido se despertara. Me dirigí a la puerta de salida.

En ese instante, cuando me disponía salir de allí, la puerta se abrió lentamente. En el suelo del hall se reflejó la sombra de una mujer, que permanecía de pie en la entrada. Aguanté la respiración y aguardé escondido entre la penumbra del pasillo del piso superior, desde el que podía ver perfectamente aquella silueta femenina. La mujer dio un par de pasos y entró en la casa. Ella miró hacia arriba. Yo dirigí mi mirada hacia abajo. Establecimos contacto visual en medio de la oscuridad. De algún modo sabía que yo estaba allí escondido.

No fue difícil reconocer aquél rostro. Se trataba de Diana, que  había vuelto de entre los muertos.

 

Because you're young

Because you're young

 Miércoles 26 de abril

Cuando me pongo a pensar en las vueltas que he dado para llegar hasta aquí, de los lobos que han asaltado mi diligencia durante el camino y del valioso equipaje que he perdido, extraigo conclusiones que se suceden una detrás de la otra de forma luminosa, emitiendo una luz tan clara que despeja el camino de los perros rabiosos que sin duda siguen ahí al acecho. Veo con mayor claridad las malas intenciones que se ocultan detrás de cada investigación y las vías por las que el Mal desplegará sus tentáculos. Para acabar con ello tan sólo necesito tres cosas: una sierra, una pala y un martillo.

 “¿Por qué esas tres herramientas?”, quizás os preguntaréis. El martillo lo tengo reservado para mi encuentro con Luther Blisset. Machacarle la cabeza para mí se está convirtiendo en algo primordial. La sierra me servirá para cortarlo en trocitos y con la ayuda de la pala lo enterraré en una tumba no muy profunda cerca de algún estercolero. Las ratas no tardarán en encontrarlo. Ellas harán el resto del trabajo. Los malos son muy malos pero ya no pueden ser ninguna otra cosa. Pobre Luther Blisset… no me gustaría estar en su piel.  

La mujer de X se quedó algo conmocionada cuando le hablé de la desaparición de su marido. No puedo hacer nada por ella, pero durante nuestra conversación he tenido un presentimiento doble. El primero ha sido que en cuanto finalizase nuestra charla ella se arrancaría en un llanto lamentable y desesperado. Mi segunda presunción ha sido motivada por esta primera pesquisa: ella no va a poder volver a querer de verdad nunca a nadie más que no sea X. Al cabo de tres minutos tras haber colgado el teléfono la he vuelto a llamar. No ha contestado porque evidentemente estaba llorando.

Manos a la obra. Si antes tenía poco tiempo ahora me queda muchísimo menos. Me he puesto ha hacer guardia en el piso de X toda la noche. Aguardando en el interior del armario empotrado de su habitación, a través de la penumbra y con la puerta corredera medio abierta he tenido un ángulo de visión bastante interesante. Me he ubicado en una posición poco visible para cualquiera que entrase por la puerta principal o alguna de las ventanas. Ha sido a las cuatro y media de la madrugada, hora en la que se registran más suicidios en las grandes ciudades, cuando la puerta se ha abierto y dos individuos vestidos de negro  han entrado sigilosamente en el apartamento.  
 

He observado como ambos inspeccionaban los cajones de X de forma rápida, precisa y silenciosa. Buscaban algo que sin duda no pudieron encontrar la noche anterior mientras degollaban a los gatos negros. ¿Qué escondería X en su casa? ¿Por qué no me había comentado que estaba en peligro? Posiblemente ni él mismo pensaba que le pudiera pasar algo así. Ya lo dije en otra ocasión: uno puede tener los ojos vendados y no ver nada.
 
Los dos tipos han estado prácticamente una media hora fisgando entre las cosas de X. He visto como han cogido las carpetas donde se encuentran las fotos de los fantasmas y algunas pistas que tenemos sobre el caso de la pequeña Seveline. Ellos saben que intentamos descubrir al causante de la muerte de la niña, pero me pregunto hasta dónde tendrán conocimiento al respecto de mi relación con Diana. Salgo del piso sin que me vean y les aguardo abajo, en el portal. Mi plan se desarrolla tal y lo esperado. Las personas a las cuales Blisset les ha lavado el cerebro realmente entran en un estado de estupidez inmediata, se vuelven sumisos al servicio de un hombre con la mente de un chimpancé. 
 
Les he seguido en taxi muy de cerca, hasta un portal de la Barceloneta donde sin duda se oculta un foco importante del movimiento Espiritista. Justo cuando me estaba apuntando el número de la calle, del portal y la matricula de la furgoneta de esos tipos, mi teléfono ha sonado. Era la mujer de X: “Jacques me voy a volver loca si no aparece, quiero ayudarte a encontrarlo. Estoy completamente desesperada. Le amo”. No suele ocurrirme a diario, pero en ocasiones no hace falta que compruebe mis hipótesis.

Mientras atravieso mundos de ficción, la realidad continua haciendo el trabajo por sí misma.

La gestación del Mal

La gestación del Mal

24 de abril

Desde el accidente me he quedado sin coche y he de moverme en tranvías y taxis por la gran ciudad. Tras imprimir algunas copias de mi descubrimiento en la fotografía de Seveline con sus padres, me preparé un café negro profundo y comí algo de fruta. Ya había amanecido y el tiempo apremiaba. No podía perder el tiempo en reconciliar el sueño, así que salí a la calle y tome un par de tranvías para llegar a Poble Nou en busca de X. Necesitaba  urgentemente una segunda opinión de aquella imagen fantasmal. 

Caminé hasta el portal dónde él vivía, lo recordaba de la vez que vinimos a buscar las herramientas de trabajo para fotografiar al fantasma de Can Mata. Me resultaba extraño que nadie contestara al interfono. Eran las siete de la mañana y X no daba clase en la Universidad hasta las once. Tuve un mal presentimiento. Una anciana que volvía de comprar el pan me abrió el portal y subí hasta la séptima planta a picar personalmente. Mucho antes de llegar a su rellano ya me di cuenta de que la cerradura de su apartamento había sido forzada.

Con la ayuda de un clip doblado abrí fácilmente la puerta. En el piso de X olía a aceite quemado y a flores secas. En biología se obtiene información del comportamiento celular bajo unas reglas muy sencillas: formulación de una hipótesis, comprobación de la misma y extracción de conclusiones. El valor de las pistas, de mis pequeños terrores diarios, se hicieron afines al descubrimiento al que me enfrentaba en aquellos momentos. Luther Blisset había dejado los restos de un rito sangriento en el piso de X en el cual se habían degollado diecisiete gatos negros.  

Entre la sangre reseca  del suelo habían restos de hojas de periódico, de flores resecas y de tierra. Un grupo del movimiento Espiritista había realizado una reunión en el piso de X seguramente con él mismo dentro, amordazado. Tomé muestras de la sangre del suelo y del sofá. Recogí algo de tierra en una bolsa y llamé a la policía. No tardaron en llegar varios agentes y dos forenses. Dijeron que la sangre tan sólo era de los gatos degollados, no se presenciaban restos de sangre humana. Recogieron a los animales mutilados en bolsas de plástico y se los llevaron al laboratorio para analizarlos.

El Mal nos golpea, ha descubierto que vamos tras él. El caso se me retuerce por dentro. Me consuelo pensando que cuando encuentre a X seguramente hayamos obtenido información esencial para acabar con Luther Blisset. Sé que X no está muerto. Sin duda lo mantienen encerrado en algún oscuro rincón subterráneo de Barcelona. No puedo centrarme en nada más que no sea buscarlo, pero ahora las fuerzas me abandonan y después de estar dos días seguidos sin dormir empiezo a entrar en un estado parecido al de la narcolepsia.     

¿A quién le explico yo lo que ha ocurrido? ¿Tendría X algún otro pariente en la ciudad al margen de su mujer? ¿No me habló en una ocasión de algún hermano? ¿Qué sabía yo en realidad de su vida privada? ¿Dónde viviría su mujer tras la separación? Recuerdo que conservaba el teléfono móvil de ella en una tarjeta. Llamarla me comprometía a convertirme en un portador de malas noticias para una mujer desconocida, algo que iba absolutamente en contra de mis principios personales.

Pero no tenía otra opción. Marqué el número y tragué saliva. Los ojos se me cerraban. Seguir lo que dicta la moral no le exime a nadie de mostrarse a los demás con una percepción equivocada de sí mismo.

Juegos infantiles

Juegos infantiles

 

Lunes, 17 de abril

He tenido un sueño lúcido en el que aparecía Seveline jugando al parchís. En el sueño, me he sentado en el sofá, he dejado el sombrero encima de una de las sillas de madera carcomida y me he puesto a fumar. Seveline ha cambiado de juego, ahora ya no tenía el parchís sino el dominó, y colocaba en pie las fichas una al lado de otra en una disposición serpenteante. Han picado a la puerta de su casa y cuando la pequeña se ha levantado para abrir, las piezas se han desparramado por todo el suelo del salón siguiendo el dogmatismo catastrófico de las reacciones en cadena.

Desde mi posición privilegiada, veía como Seveline le abría la puerta a otro niño, prácticamente de su misma edad, quizás se tratase de su vecino. Juntos se ponían a jugar con el dominó pero enseguida el recién llegado extraía una baraja de cartas de uno de los bolsillos abultados de su pantalón de pana. El niño barajaba las cartas con suma profesionalidad, manteniendo una expresión hierática en el rostro, como si su sonrisa se hubiera congelado de repente. El chaval le hacía una indicación a Seveline sobre la baraja de cartas. Ella se inclinaba por encima del mazo y  lo cortaba en dos montones de proporciones casi idénticas. 

Cuando me he dado cuenta de que la baraja de cartas correspondía a la del Tarot y no a un inocente juego infantil, un escalofrío me ha recorrido la espalda. El niño ha comenzado a leerle el futuro a Seveline. “No llegarás a la edad adulta” ha dicho. “Siempre serás una niña. Una niña eterna”. Trago saliva angustiado pero no intervengo en la escena. Por un segundo he podido percibir que la habitación está iluminada con la luz peculiar que tienen todos mis sueños, así que me mantengo al margen, observando. ¿Será este sueño especialmente revelador? 

“Vivirás siempre cerca de los árboles, y podrás bañarte en el río en las noches de luna llena” continuaba diciendo el niño. Seveline escuchaba en silencio, atenta, con los ojos abiertos como platos. “Siempre te creerás protegida por una señora a la que considerarás tu madre, pero no lo es en realidad. No confíes en ella”. He sacado mi diario en mitad del sueño y he escrito todo cuánto sucedía. Entonces el niño se ha levantado y se ha dirigido hacia mi. Ha colocado su mano en mi frente, con la misma expresión en los ojos, y me ha dicho: “La respuesta a este misterio se escribe en tu diario” 
 

Estoy intranquilo porque desde hace una semana X no llama y siempre tiene el teléfono fuera de servicio. No me atrevo a preguntarle nada a su mujer, puesto que la relación sentimental de ambos se haya en un punto crítico, aunque yo confío en que tendrá un desenlace feliz. Analizo yo solo el sueño y vuelvo a revisar las fotos que tengo de la pequeña Seveline. Hacia las tres de la mañana, he descubierto algo en una de las fotos que se me había pasado por alto. En una instantánea en la que aparece la niña con sus padres, algo sobresale del bolsillo de la camisa azul de su madre.

He agarrado la lupa y al colocarla sobre el pecho de la mujer he visto perfectamente una carta de tarot. La imagen está algo borrosa, pero tras escanearla y ampliarla en el ordenador he podido reafirmar mi hipótesis. Una carta de tarot con la figura de la rueda de la fortuna inscrita en ella. ¿Qué demonios significa esto? Me quedo en silencio un rato largo, medio paralizado. Mis conclusiones en el plano sobrenatural siempre suelen ser erróneas, es X el auténtico experto. Vuelvo a llamarle y de nuevo no obtengo respuesta. Está pasando algo raro.

 

Ponga una sirena en su acuario

Ponga una sirena en su acuario

Viernes 7 de abril

De nuevo, sin la ayuda de X me sentiría aún más perdido. Sus averiguaciones al margen de mi estado convaleciente han sido magníficas. Ha localizado numerosas viviendas con claros signos de haberse practicado brujería o artes oscuras en el interior de ellas. Barcelona está plagada de estos pequeños templos encantados, algunos en el Eixample, otros en el Barrio Gótico, y muchos de ellos en  el extrarradio de la cosmópolis. Su intención es fotografiar con su cámara de infrarrojos cualquier posible aparición. Ha llevado siempre encima el magnetófono y los micrófonos especiales. Algunos sonidos que me ha traído son espeluznantes.   

Hemos arrojado un poco de luz a la investigación. De algún modo, todos estos lugares malditos se relacionan de alguna forma u otra con Luther Blisset. Sospechamos que la pequeña Seveline fue asesinada en el interior de una casa, y no en medio del bosque donde fue hallado su pequeño cuerpecito. Deberíamos habernos acercado a esta hipótesis muchísimo antes. No es que ya sea demasiado tarde, pero quizás tendríamos más variables a considerar a estas alturas.

 Las heridas del accidente están cicatrizando a gran velocidad. Las molestias del brazo han disminuido considerablemente, y ya incluso puedo manipular instrumentos del laboratorio que requieren una destreza especial, como las pinzas o el microscopio. Me he pasado prácticamente toda la semana metido en casa, he recibido llamadas de Lulú, de Parálisis Permanente, y como no, de mi vieja amiga Esther. Las tres quieren verme cuanto antes pero no tengo tiempo para ellas. Mi cabeza se encuentra en pleno proceso de ebullición, y aunque el sexo es una medicina para el sofocamiento del intelecto, prefiero mantenerme alejado de momento de tan dulces sirenas cuyo canto podrían hacerme perder el juicio por completo.

Viva Las Vegas Hospital

Viva Las Vegas Hospital

 

Lunes, 3 de abril

 Sabía que en cualquier momento podría ocurrir, pero no me esperaba que la entrada de la primavera iba a ser así de violenta. Hace una semana, conduciendo en dirección al puente tuve un estrepitoso accidente de tráfico. Me  he pasado los últimos cinco días ingresado en el Hospital, curándome de una herida en el brazo y varios hematomas en la cabeza que me han mantenido al margen de la escritura de mi diario, y de la investigación en general. Le he preguntado al doctor si, aprovechando la contusión en la cabeza, era posible aplicarme un poco de cirugía en el rostro para conseguir unos contornos más atractivos. Me ha contestado que no.  

X ha venido a verme al hospital casi cada día, me ha hecho mucha compañía y me ha ido relatando las averiguaciones que ha ido haciendo él por su cuenta. Efectivamente Luther Blisset ha puesto en marcha de nuevo toda una red de adoradores del Movimiento Espiritista en Barcelona. X considera que mi accidente no ha sido un episodio fortuito, sino que alguna fuerza maligna ha operado desde el mundo de las sombras para intentar sacarme del medio. ¿Será verdad?

Ha sido muy curioso el reencuentro que he tenido en el hospital con Esther, una antigua compañera de la Facultad de Criminología por la cual yo suspiraba, aunque nuestra relación no trascendió mucho más del típico colegueo cordial. Tras la graduación yo le había perdido la pista, y resulta que se había metido a enfermera de traumatología en el mismo Hospital donde había ido yo a parar. He tenido una oportunidad de oro para declararme a una de las enfermeras más guapas de toda Barcelona, y seguramente la chica más caliente de todo el personal sanitario de Cataluña.  

“¿Sabías que cuando íbamos a clase de anatomía teníamos un ranking?” Me dijo Esther durante una de estas soleadas tardes primaverales. “¿Un ranking?” Pregunté yo. “¿Qué clase de ranking?”. “Pues un ranking con los cinco chicos más guapos de la clase... Bueno, no solo con los que eran guapos, sino también con los que creíamos que serían mejores amantes en la cama”. Esther me soltó todo eso en la habitación del hospital, iluminada por el sol que penetraba por la ventana y hacían relucir las sábanas blancas que me tapaban hasta la cintura. Sólo pude contestar “¿Y en qué posición estaba yo?”

Estos días han sido muy agradables con la compañía de Esther, con las charlas de X, con la lectura de varios libros de filosofía que me realzan el espíritu cuando me siento cabizbajo. Mi paso por el hospital ha sido incluso tonificante, mejor que un balneario me atrevería a decir. No me importa en absoluto haber destrozado el coche en el accidente, es la ventaja de tener un buen seguro. No ha hecho falta que Esther me revelase en qué posición del ranking me hallaba durante la clase de anatomía. Le he dejado bien claro que me merecía ese puesto.

Investigar desde la ventana para una nueva reformulación del amor

Investigar desde la ventana                                                                                 para una nueva reformulación del amor

Uno puede a veces tener los ojos vendados y no ver nada, no darse cuenta de lo que ocurre alrededor, permanecer ajeno a influjos que sin saberlo bien podrían significar un cambio inesperado y repentino en la vida. En representación de este tipo de situaciones cotidianas, me encuentro con los problemas diarios que se derivan de mis investigaciones. Si tuviera súper-poderes, seguramente agujerearía los objetos con la mirada, debido al  tiempo excesivo que me mantengo analizando las escasas pistas que descubro a través de esta ondulante marea a la que llaman realidad.

Me observan y lo sé. Intento pasar desapercibido. También lo hago para que el Mal no se fije demasiado en mí, porque creo que le gusto y me perseguiría hasta el confín de la Tierra si yo me propusiera jugar al corre-que-te-pillo con él. Diana no sabe que he conocido el Mal en su estado más puro y destructor, y que eso en cierto modo me hace ahora ser un poco más fuerte que antes. Pero es que cómo va a saber ni ella ni nadie hasta dónde llega el incendio dentro de mí. Ahora que sigo sin saber qué pasa me encuentro un poquito más cerca de la luz, y prefiero continuar en mi papel de observador y afrontar las miradas del Mal con rabia, con insolencia, con mala educación.

Oigo ruidos durante la noche. No consigo dormir ocho horas seguidas. No acabo de estar seguro de si se trata de fantasmas enfadados que han descubierto donde vivo, o si esos sonidos son tan sólo producto de mi imaginación. Cuando pienso que me están mirando, me quedo paralizado, aterrado, con un cosquilleo en la nuca que es muy desagradable. Y tan solo me queda esperar a que se haga de día.

Otto Wininger dice en su libro Sexo y carácter que el amor es un asesinato. El filósofo Ruso Slavoj Zizek se hace eco de estas palabras, y las compara con algunas de las formulaciones que Lacan hizo en su libro Los cuatro principios fundamentales del psicoanálisis: “Te quiero, pero inexplicablemente quiero en ti algo más que a ti, y por eso te mutilo”. Adentrarme en estos estados de lucidez tan absoluta me fascina y me atemoriza a partes iguales, porque le exactitud con la que encajan las piezas del rompecabezas es abrumante. Entiendo mejor la maldad de Luther Blisset y obtengo interpretaciones mucho más acertadas, mucho más jugosas.

Me siento influenciado por las conversaciones filosóficas que mantengo con X, pero también me doy cuenta de que yo tengo mi propio modo de discernir entre el bien y el mal. Quizás la propia actitud de uno sea la mejor pista para encaminarse hacia el lado menos pesado de la balanza. Sea cual sea el resultado de esta ecuación no puedo dejar de mirar hacia arriba, hacia esos ojos que continúan observándome desde la ventana. Soy el investigador investigado.

Sentir la llamada

Sentir la llamada

La noche ha transcurrido sin más pormenores que una llamada de X a las cuatro de la madrugada, para decirme que se había acercado solo a la zona del puente tras la pista de otra casa encantada. Me preocupa un poco que últimamente se haya comprometido tanto con esta investigación. Su colección de fotos de fantasmas está creciendo a un ritmo vertiginoso, y no sé si es algo bueno estar tanto tiempo en contacto con los entes del Más Allá.

Tras hablar con él, sus palabras han resonado de nuevo en mi cabeza, rebotando en la oscuridad de mi habitación de una pared a otra, como ondas que propagan un sonido agudo y chirriante, parecido al de los mosquitos. Ya casi no he dormido hasta que se ha hecho de día. Ha sido entonces cuando he salido a la calle, en medio de una soleada mañana cercana a la primavera, de esas mañanas en las que todo parece extraño, en la que todos los objetos tan solo muestran su lado amable a la luz, reservando el reverso tenebroso para otras horas más intempestivas.

He entrado en una librería cercana a mi apartamento que no había visto antes. Era una tenducha antigua, con millones de libros apilados en estanterías polvorientas y clasificados por regiones. Me he detenido a ojear La dama del perrito y otros cuentos de Chéjov, pero inevitablemente me ha cautivado la sección de Ciencia Ficción y, como no, el apartado de “Literatura Inglesa”, en el cual he encontrado una edición del año 1975 de los Cuentos Cómicos de Edgar Allan Poe.

He leído los relatos con gustosa admiración por un escritor que me había cautivado en su día y que vuelve a mi vida con renovada energía, justo cuando atravieso por una especie de noche de Halloween, repleta de terrores explícitos a los cuales ya me estoy acostumbrando. Y eso es algo que no me gusta. Es como el que ve mucha violencia por televisión y luego queda insensibilizado delante de los actos violentos de la vida real. Poe me da un nuevo punto de vista respecto al terror, así que intento hacerle más caso que nunca, seguramente en su legado escrito se esconden algunas de las claves para saber qué demonios está ocurriendo en realidad.

En plena mañana vivo un momento solemne. Vuelvo a mi casa y bajo todas las persianas para que deje de entrar el falso sol primaveral. Comienzo a trazar un plan coherente, con pies y cabeza, para atrapar a Luther Blisset con las manos en la masa justo cuando se disponga a llevar a cabo alguno de sus ritos renovados. Visitaré esta noche la casa que ha descubierto X, o quizás intentaré establecer un nuevo contacto con Seveline, o me quedaré toda la noche leyendo a Edgar Alan Poe, o….

En un mar de indecisiones son pocas las opciones, y las posibilidades, infinitas.

Mi casa es un nido de Serpientes

Mi casa es un nido de Serpientes

Alguien se ha caído rodando por las escaleras de mi casa esta mañana. Me he despertado justo cuando los golpes se introducían en mis sueños, plácidos, hermosos. Sueños influenciados por la luna llena. Me he asomado a la barandilla y efectivamente, en el rellano se encontraba un cuerpo contorsionado, con las piernas dobladas en forma de L y con un charco de sangre alrededor de la cabeza. No me puedo explicar que estaría haciendo este tipo, pero aparentemente ninguno de mis vecinos se ha percatado del accidente, todos han continuado durmiendo, seguramente disfrutando también de sueños primaverales.

Acogiéndome a  mi estilo detectivesco habitual,  en lugar de llamar a la pasma, he subido el cuerpo a mi casa, ya cadáver debido a la malograda caída. Los hombres se caen y se levantan, es una metáfora de la condición humana, hasta que se caen por las escaleras de mi casa, se parten las dos piernas y se abren la cabeza. A partir de ahí ya no hay quien se incorpore. Si yo fuera Luther Blisset me pondría las botas con un cadáver en mi nevera, pero he preferido optar por realizar una autopsia casera al estilo Jacques Clochard.

Miro en los bolsillos del muerto. Lleva algo de dinero, tarjetas sin valor alguno y un extraño medallón de plata con un grabado que no había visto nunca antes. Acudo raudo a consultar mi biblioteca, sé que dentro de la sección “RITOS” daré respuesta a mi fatídica intuición. Piensa mal y acertarás es una de las máximas de la filosofía del detective y os aseguro que falla muy pocas veces.

Por lo visto uno de los secuaces de Blisset ha venido de visita esta noche,  no sé muy bien con qué intención. Desde luego hay algo  que se fragua en el lado de las sombras, en la vertiente más oscura del infierno. X me comentó que sería imposible que pasáramos desapercibidos por un caso de este tipo, que los temas en los que se mezclan vivos y muertos nunca suelen terminar bien. Miro mi cara reflejada en el espejo del salón. En el suelo está el cuerpo sangrante del pardillo de las escaleras y me da por reír.

En medio de lo que podría describirse como una escena dantesca para algún hipotético vecino que se pasara a pedirme un poco de sal en esos momentos, me acuerdo de dos películas de Stanley Kubrick que muy bien podrían tratarse de radiografías de lo que me está pasando en estos momentos. Esos films son La Naranja Mecánica y El Resplandor. Seguro que Diana lo vería todo bajo el filtro de Lady Snowblood.  Me deshago del cuerpo siguiendo  los pasos de mi manual del buen psicópata, y preparo de nuevo otra trampa en las escaleras de mi casa. No me cabe la menor duda de que volverán esta noche, pero no me preocupa. En el mundo de la investigación saben todos que estoy a salvo de vampiros y falsificadores.

No a las jaulas

No a las jaulas

Allí estábamos como un par de lobos, apaciguados en el silencio de la oscuridad que se propagaba a través de los árboles. En aquella noche fantástica, preñada de lealtad y admiración por las vivencias del otro, por saber más de lo que había aprendido, por escuchar una gama de connotaciones sentimentales que no atendían a una forma de comprensión lógica. El razonamiento para seguir aquellas palabras no correspondía  a la consciencia, sino que era potestad de un universo visceral, insuflado del aliento de la entrega y de todo lo etéreo que lucha por entrar en una corriente llamada “fuerza de la gravedad”.

Así de inspirado me encontraba en mi apartamento, justo cuando se acababa el disco de Ladytron y hablaba con las musas a través del humo blanco y mugiente, que caía como una cascada a cámara lenta desde mis pulmones hacia la pared. Me mantengo un poco al margen de la actuación de X durante los últimos días, desde que recibimos el mensaje del espacio dentro de las coordenadas que usaba el diabólico Luther Blisset para comunicarse con los extraterrestres. Jamás tuve una vivencia parecida y no creo que de momento vuelva a saber nada más acerca de ellos. Por las noches me despierto sobresaltado pensando que estoy en el interior de un platillo volador perdido en la infinidad de la Galaxia, intentando divisar  el Planeta Tierra por la ventana para tener un punto de referencia, pero sin poder ver nada más que la oscuridad insondable del Universo.

Quiénes somos, a dónde vamos, de dónde venimos. El humo impregna la habitación de nuevo y dibuja rostros alrededor de la mesa. Rostros de personas que yo conocía. Las caras dirigen mi vista hasta el suelo, y me doy cuenta de lo sucio que está. ¿Cuándo sería la última vez que pasé la escoba? No logro acordarme. Hay investigaciones que me absorben la sesera de tal modo que me olvido de mi apartamento e incluso de mí mismo. Entre cápsulas de pensamiento me encuentro sentado esta tarde, y si he de pensar en algo lo hago en fantasmas y bosques encerrados. He de convencerme a mí mismo que la puerta de salida es una invención para mantenernos tranquilos, y que no puedo escaparme de esta jaula.

Encuentros en la 2ª Fase: Comunicación O.V.N.I

Encuentros en la 2ª Fase: Comunicación O.V.N.I

Ir tras la pista de un fantasma es realmente complicado. Leyendo acerca de las atrocidades que cometió Luther Blisset cuando mantuvo en activo su movimiento Espiritista a lo largo de España y Suramérica, ocultistas e historiadores de la crónica negra coinciden en afirmar que Blisset estableció varios contactos con vida extraterrestre durante algunos años, o por lo menos conocía la existencia de vida en otros planetas y el modo de comunicarse con ellos.

Este tema de los alienígenas me parece tan curioso que me he puesto a indagar más y más acerca de ellos, acerca de qué modos podría yo establecer una línea comunicativa con estos seres que sin lugar a duda existen, son inteligentes, y nos observan en todo momento.

Tanto a X como a mí nos tienen muy preocupados los asuntos relacionados con el espíritu. Ambos andamos tras la pista del fantasma de una niña, que al parecer encierra las claves para salvar a la malograda Diana. Investigando a Blisset y su relación con las sangrientas reuniones que se llevan a cabo en algunos pisos de Barcelona, se nos ha despertado una tremenda curiosidad por hablar con los marcianos y ver si pueden aportar algún dato relevante que ayude a reconducir nuestras pesquisas por el camino adecuado. Me temo que desde ahí fuera hay alguien que mueve los hilos, y nosotros no podemos hacer nada para evitarlo.

Una señal lanzada al espacio, según las coordenadas que utilizó Blisset en su día, es la única forma que tenemos para saber si realmente podemos mantener la esperanza de que algún día vendrán de ahí fuera en una nave, de que sabremos la verdad. Tras la emisión de la señal a través de una máquina-transmisor de ondas que hemos aprendido a utilizar entre los dos, nos quedamos en silencio, esperando. Pero nada, no hay respuesta, allí arriba no han escuchado nada, ninguna nave nodriza ha recogido nuestro saludo. Nos hacemos unos cuantos jalandros y bebemos cerveza Alambra embotellada, que está más buena que la de lata, mientras esperamos. Pero siguen sin decir nada…

Cuando era pequeño vi en una ocasión luces en el cielo, durante una noche estrellada, caminando por el bosque con mi primera novia. Aquellos relámpagos azules correspondían sin duda a un objeto volador no identificado, pero no quise alarmar la conciencia de mi acompañante porque no quería que le entrara algún tipo de miedo e influyera en nuestro romanticismo. Ella no era ninguna estrecha, así que aunque hubiéramos visto a Big Food o el monstruo del Lago Ness, su lívido hubiera permanecido igual de inmutable, envueltos ella y yo en una burbuja de sofisticación chic, perdidos por el monte en medio de la noche. 

El transmisor comienza a emitir extraños sonidos y empieza a teclear un código. ¡Son ellos! Nos están contestando. En pocos meses nos hemos comunicado con fantasmas y extraterrestres. Me sentía orgulloso de ello, hasta que leí el mensaje en la pantalla una vez descodificado por mi compañero: “ESTOY SOLA Y ASUSTADA. SOCORRO”. Y de repente, un trueno estalló en el cielo, dando pie a una fuerte lluvia, que nos mantuvo encerrados toda la noche, sin poder salir a comprar más cerveza.

Almas de cántaro

Almas de cántaro

Las religiones  surgen en respuesta a miedos fundamentales del hombre: la imposibilidad de encontrar una respuesta al origen de su existencia y el miedo a la mortalidad, reconocer que nuestras vidas son cortas y limitadas como pequeños suspiros perdidos en el aire, cuya existencia no trasciende mucho más que la de una planta o un animal. Por encima de todo, la religión surge como respuesta a una de las mayores realidades de la condición humana: el hombre  es un ser solitario, destinado a la soledad y a la incomunicación con sus semejantes de por vida. El hombre se encuentra perdido en el Planeta Tierra y en realidad está sólo en el resto del universo, ya que no hemos encontrado, de momento, vida representativa en otros planetas.

Repaso en mi libreta de Paperchase algunos asuntos olvidados. Notas que me dejaron personas para alertarme de que el hombre muere solo y yo no me había dado cuenta de ello hasta ahora. Luther Blisset tenía muy por la mano la debilidad de la condición humana, se encargaba de que en cada una de sus reuniones los asistentes salieran más convencidos y renovados, glorificando las ideas de un ser carismático que al parecer tenía la llave de la felicidad y la vida eterna. A mí me daría igual toda esta historia, si no fuera porque mi vida se haya en un bucle kafkiano desde la muerte de Seveline y la trágica desaparición de Diana. Estamos dispuestos a encontrar a Blisset, y quizás entonces sepamos de qué modo traer a Diana de vuelta, por un camino que solo pueda transitar ella.

X tiene trabajo por partida doble: por un lado tiene que corregir los exámenes de sus alumnos de la Facultad de Filosofía, y por otro ha de proseguir con sus quehaceres detectivescos, sumergido en un mundo de apariciones auténticas y apariencias falsas . Es raro no llevar una doble vida a estas alturas, ninguno de nosotros se libra de caer en una especie de desdoblamiento que complica todavía más si cabe nuestra liada existencia. Por lo visto hay que escuchar bien la canción antes de ponerse a cantar.

Vida subterránea

Vida subterránea

A River Ain’t Too Much ha sonado hoy en mi apartamento repetidas veces. En otras ocasiones me han alabado las cualidades de Smog, pero nunca había pensado en la figura del cantautor todo terreno como un verdadero comunicador mesiánico, cuyas canciones son capaces de hacernos trascender a un estado que se eleva unos metros por encima del suelo, desafiando a la fuerza de la gravedad con chulería y precisión.

Caminamos como malabaristas por la cuerda floja, con la música de Smog de fondo conducimos hasta otra casa abandonada que X ha localizado cerca de la playa de Castelldefels. En esta ocasión vamos mucho más preparados. Nuestras herramientas de trabajo se encuentran en perfecto estado y sabemos que en aquél caserón decrépito se alojó Luther Blisset durante algunos años. Después se trasladó a Barcelona y desde entonces nadie volvió a vivir allí, como si la casa hubiese quedado apestada, víctima de algún sortilegio que ahuyentara a cualquier posible comprador.

Atardece. En el interior del caserón penetran algunos tenues rayos de sol, que iluminan millones de minúsculas motas de polvo que revolotean en el aire. Algunos muebles antiguos están cubiertos con sábanas, como fantasmas errantes de cambiantes formas, que guardan una vida errática, una condena eterna. “Si Blisset realizaba reuniones en este antro, deberíamos ser capaces de encontrar alguna pista”, dijo X. “¿Por qué no intentamos colocar los magnetófonos en el comedor y en el pasillo del piso superior?”, sugerí. “Me parece buena idea”, asentía mi compañero de investigación, “Yo me encargo de ir arriba. Intenta ajustar el micrófono para que registre cualquier vibración o cambio en el aire. Estoy seguro de que esta casa está infestada de almas en pena”.

Cuando X dijo “almas en pena” Diana acudió a mi memoria. Nadie había aparecido reclamándola, nadie la había buscado. Los pocos amigos que tenía en vida se habían esfumado por completo tras su desaparición. Eufemísticamente, vivíamos una especie de entierro prolongado, en el que tan solo participábamos X y yo. X leía los salmos, yo echaba tierra sobre el ataúd. Mientras calculaba la longitud de onda de uno de los frecuenciadores que X me había suministrado, un extraño sonido provinente del sótano captó mi atención.

Sin avisar a X, me acerqué hasta la cocina donde estaba la puerta que daba paso a las escaleras del sótano. Encendí la linterna y arrojé luz más allá de la escalinata descendente. Casi no se atisbaba el suelo ni lo que escondían las sombras de alrededor. Volví a oír el mismo sonido, como un golpe seco que se propagaba por las paredes. Bajé algunos escalones y en seguida me di cuenta de que entraba en terreno cenagoso, cuando la puerta se cerró de golpe detrás de mí y el ronquido seco de las paredes se repitió con mayor asiduidad.  Enfoqué a uno de los rincones de la oscuridad, donde descubrí con sobresalto a un gato negro que me miraba penetrantemente.  

“¿Jacques?, ¿Jacques?”. Desde la cocina X me llamaba y aporreaba la puerta intentando entrar en el sótano. “Estoy aquí abajo”. “¿Por qué te has metido ahí? He descubierto algo, ¡sube!” Yo tenía la sensación de haber hecho también un descubrimiento, pero no quería continuar indagando entre la penumbra con aquél felino suelto. La puerta tardó un poco en ceder, no tenía la intención de abrirse a la primera. Cuando lo hizo, me encontré con X al otro lado, con una expresión extraña en el rostro y algo pálido. “Salgamos de aquí”, imperó. “¿Por qué? ¿Qué has visto?” pregunté. “No es lo que he visto yo, sino lo que has visto tú”. No comprendía. “El gato negro”, continuó X. “Es el gato de Luther Blisset”.

En el coche X me explicó que Blisset utilizó el gato en diversos rituales para dar pruebas de su poder. Degollaba al gato delante de sus seguidores y tras un extraño ritual le devolvía la vida. Aquél felino era por lo tanto un alma en pena más, cargada de malignidad y manejada por entidades del Más Allá. No sé como X supo en seguida de mi encuentro con el felino, él tampoco me ha dado demasiadas explicaciones, pero le avala su gran experiencia en casos de este tipo. No podría continuar con esta línea investigativa sin su ayuda. La presencia de ese animal en la casa significa que Blisset anda cerca, así que mejor desaparecer antes de tener un encuentro frontal con él sin estar preparados. Hay que prevenir los zarpazos, y para eso tenemos que ir muy rápido, como deslizándonos, sentados en la barandilla de una escalera de caracol.

Bacterias que se propagan

Bacterias que se propagan

Luther Blisset acogió a un grupo de estudiantes universitarios como discípulos de su doctrina, el Movimiento Espiritista, desde el año 85 hasta mediados de los 90.  Fue entonces el momento en el que Blisset medió un suicidio colectivo en Barcelona, en un piso del Eixample situado en el número 16 de la calle Mallorca. Durante aquella fatídica sesión, Blisset  diluyó en agua tres gramos de cianuro de sodio, uno de los componentes químicos más letales que existen para el ser humano,  suficiente para matar a un grupo de 35 personas, seguidores de la doctrina.

Antes de ser inculpado por el brutal asesinato, Blisset huyó a Suramérica donde pudo continuar dando rienda suelta a sus delirios sectarios, divulgando los mandamientos del Movimiento Espiritista. Tal religión concebía en el mundo de los muertos una Tierra Sagrada, donde se daban forma a los castigos y penitencias que debían acarrear los hombres atrapados por desgracia en nuestra dimensión consciente, el Planeta Tierra. Su religión intuía el mundo actual como una especie de infierno, al que habíamos sido confinados debido a  los pecados cometidos en nuestras inconmensurables vidas anteriores.

Mientras recopilo toda esta información en mi libreta de Paperchase, miro a X por encima del hombro. Él está ahora sumergido en la lectura de un libro sobre demonología. Siempre que venimos a esta biblioteca perdemos bastante el tiempo porque X no se centra en la información que nos importa de verdad, la que atañe al caso que investigamos. Aunque quiera echar algún maleficio sobre su mujer que ahora le hace la vida imposible, no creo que le sirva de mucho este tipo de consultas. Estamos en un momento de dispersión absoluta. Yo confundido entre brazos que me aprietan fuerte y luego me sueltan, y X apabullado por intentar controlar una situación sentimental que desde hace mucho se le ha ido de las manos.

El rastro de Luther Blisset es evidente en la ciudad de Barcelona. No sé por cuántas ciudades más habrá pasado este ser demoníaco, ni cuáles serán las secuelas reales que padece la civilización tras dinamitar sus bombas ideológicas en los años 80. Blisset suministraba mescalina en todas sus reuniones, con lo cual mantenía a sus “seguidores” completamente “alucinados” y convencidos de sus demenciales teorías. No hemos encontrado ningún rastro de esta droga en los restos de los rituales que hemos ido hallando. No es una prueba excluyente para descartar que Luther Blisset se encuentre de nuevo en Barcelona.

En algún momento la verdad siente deseos de salir a la luz, de disfrutar de su propia lucidez. La Verdad ondula serpenteante en el tiempo y va modificándose. Muta en otras realidades, que hace que las personas cambien y sean otras personas, desempeñen otro papel y persigan otros objetivos. Me abruma esta premisa que no es fácil interiorizar, pero que está claro que todos debemos dar por hecho si queremos atrapar al causante de esto. Una de mis principales preocupaciones es que de repente nos levantemos una mañana con la sombra de un nuevo asesinato, de una nueva muerte a nuestras espaldas, y que sea tan pesada que ya no nos queden fuerzas para arrastrarla y continuar con nuestras vidas.

Esta noche me he dado una vuelta por la calle Mallorca, he pasado por delante del número 16. Cuando logremos saber con certeza los detalles del crimen colectivo, volveré con X y nuestros aparatos para grabar fantasmas. He sentido un poco de frío volviendo al coche, como si hubiera estado cerca de un bloque de hielo durante un rato largo. Las fases del deshielo continúan avanzando a su antojo, a veces de forma rápida, otras de un modo más lento, pero siempre manteniendo la misma constante: a una capa de hielo le sigue otra, y a esta otra y otra y otra y otra y otra…

Nadie Sabe

Nadie Sabe

A veces parece que el tiempo se ha detenido, que lo que gira alrededor de uno está congelado y hace tanto frío ahí fuera que no se puede ni dar un paso. A veces pienso en lo mucho que me hubiera gustado tener una vida normal, tener un trabajo que aportara mayor estabilidad emocional, enamorarme hasta las trancas de alguna mujer preciosa, hacer el amor con ella cada noche y tener muchos hijos. Cada uno de mis intentos en el albor de este propósito ha sido fallido, así que ya no persigo más este placebo. Espero sentado dentro de mí mismo, viendo como transcurren las fases del deshielo, que convierten la nieve en agua que gotea a ritmo de segundero. Es entonces cuando el tiempo comienza a desplazarse a través de la esfera de mi reloj negro.

Las cosas más terribles suceden cerca de la casa de uno. En el piso de al lado, por ejemplo. La verdad está ahí fuera, en algún momento y en algún lugar, ajena a nosotros y nuestras elucubraciones y despropósitos de moralidad ambigua. Prefiero pensar que simplemente con la evasión diáfana a la que consigo llegar mediante entretenimientos naturales y digitales, se consigue descongelar el tiempo y rodar a través de él aunque sea del modo en que ahora lo hago, convulso y a horcajadas, como montado en un ridículo toro mecánico.

Tanto X como yo le hemos dado muchas vueltas al tema de los rituales del hombre contemporáneo, del hombre enfermo, del hombre que se dedica a consagrar divinidades paganas todo el tiempo y está dispuesto a cualquier cosa, incluso a sacrificar su propia vida, para llevar a cabo con éxito los propósitos de la cábala. Más pisos donde se han realizado este tipo de ritos han aparecido en Hospitalet, en áreas separadas equidistantemente pero siempre en enclaves paisajísticos de urbe maltratada, de barrio suburbial. 

La narración de El Buda de los Suburbios de Hanif Kureishi me da vueltas en la cabeza constantemente, como la ciudad de Londres, y me acojo a ella para establecer comparaciones con la situación que vivimos en este momento. Sin duda, una de las investigaciones más duras de toda mi carrera detectivesca, aunque esté plagada de mieles inclasificables y  viajes nocturnos que hacen que saque lo mejor de mí mismo (y lo mejor de los que me acompañan en este tránsito por la frontera con el Más Allá).

Ya sabemos el aspecto que tienen los fantasmas, ya les hemos oído. Ahora no tienen nada más que decirnos, tan sólo esperan escondidos a que nosotros movamos la siguiente pieza. Diana nunca lo tuvo tan difícil. Estamos esperando una respuesta por parte de Merryck Plumaligera, pero de momento no ha contestado a nuestras prerrogativas respecto al informe del forense. Seguramente tendrá miedo de hablar más de la cuenta, ya que tanto X como yo coincidimos en que si hay alguien que tiene información de primera en estos momentos es él: el hijo de uno de los últimos adoradores de Luther Blisset.

Fotograma de Nobody Knows (Nadie Sabe), del realizador japonés Hirokazu Koreeda.

Podría suceder cerca de tu casa.